La clave para que el AVE llegue en 2026

Pedro Manuel de la Cruz
Director de La Voz de Almería

Cuando la Cámara de Comercio convocó a varios cientos de almerienses para reivindicar a la luz contundente de las razones y no al estruendo efímero del griterío la necesidad de que las obras de AVE cogieran la vía de la alta velocidad abandonada desde que se construyeron los túneles del barranco del tesoro, los que callaron durante los años de olvido de los gobiernos del PP mostraron su desencanto porque el acto del muelle de Ribera no acabase convertido en un auto de la inquisición en el que la secretaria de Estado acabara chamuscada en la pira de la ira desatada (ahora sí) de quienes durante los años del gobierno de Aznar y Rajoy (entonces no) fueron incapaces de encender ni una cerilla reivindicativa.   

Aquella tarde de septiembre, Jerónimo Parra recibió una llamada de la secretaria de Estado para sugerirle que le acompañara en su llegada al acto. Parra atendió la sugerencia y entendió que lo que subyacía en aquella llamada iba más allá de la cortesía estética: lo que Pardo de Vera pretendía era que el paraguas del presidente de la Cámara impidiera la agresión verbal de algún energúmeno con gana de hacer méritos.  

Como era previsible el acto transcurrió por la vía del argumento razonante y la representante del gobierno abandonó el muelle llevándose en la mochila las muchas y poderosas razones que exigen que la alta velocidad llegue cuanto antes a la capital y la convicción de que los almerienses son gente que reivindica al inteligente modo del siglo XXI y no a la vieja usanza del siglo XIX. El grito tiene la luminosidad del rayo y el estruendo del trueno, pero lo que riega de verdad el territorio de las decisiones es la lluvia constante de las exigencias construidas sobre las razones socioeconómicas y la vertebración territorial. 

Desde aquella visita las obras no han avanzado como todos deseamos, sin duda, y ahí están los informes de la comisión de seguimiento que pocas semanas después -y muy acertadamente- constituyó la Cámara para hacer un seguimiento minucioso y tramo a tramo de todo el trazado entre Murcia y Almería. No hay el ritmo que sería deseable según esa comisión de expertos y es imprescindible, imperioso e inexcusable reivindicar una mayor agilidad en el ritmo de las obras. Pero tampoco se puede negar que el ministerio está cumpliendo los compromisos administrativos asumidos. Todos los tramos en los que se dividen el trazado entre las dos capitales están en obras, adjudicados o en licitación salvo la variante de Totana, la conexión soterrada en la capital almeriense y, ay, la llegada y salida soterrada a la estación de Lorca.

Por ir a la última traviesa de este lago proceso administrativo, el martes pasado se adjudicaron las obras del tramo Lorca- Pulpí en 207 millones de euros a la UTE formada por Ferrovial y Acciona con un plazo se ejecución de 34 meses. ¿Podemos darnos por satisfechos? De ninguna manera. Nos han engañado tantas veces que sería conmovedor o estúpido pensar que el camino ya está despejado. El cumplimiento de los procesos administrativos sin dilaciones notables es un punto de partida que debe complementarse con el control del desarrollo de los trabajos en los tramos y, ahí, el gobierno debe estar vigilante para que no haya retrasos. Desde que comienza una obra hasta que acaba hay una travesía salpicada de sobresaltos siempre indeseados, aunque no siempre inevitables.  

Nada más lejos de mi intención que adentrarme en la complejidad constructora de este o aquel tramo, pero desde la lógica del sentido común no creo despeñarme por el error si sostengo que la gran dificultad- no la única, pero si la de mayor envergadura- para que el AVE llegue en 2026 puede estar en los 2.550 metros soterrados por los que habrá de llegar y salir el AVE en la estación de Lorca. Un tramo en fase tan inicial que ADIF sólo ha adjudicado la redacción de los proyectos básicos y de construcción de la plataforma y estación para la integración del ferrocarril en el casco urbano de Lorca y que deberá estar terminado- la redacción del proyecto, no lo olviden- en agosto de este año.   

La lentitud de las obras en este o aquel tramo podrán acelerarse si hay voluntad política de agilizarlas y fondos económicos con los que hacer frente a cualquier contratiempo inevitable. Pero soterrar esos más de dos kilómetros y medio en la capital de Guadalentín es un reto constructivo de dimensiones formidables. Una complejidad que no viene condicionada solo por la dificultad propia de cualquier soterramiento, sino que se ve acrecentada por tener que llevarla a cabo en una zona de altísimo riesgo sísmico. Si la llegada del AVE a Murcia lleva más de dos años de retraso por la decisión de soterrar varios centenares de metros en el barrio de El Carmen, da escalofrío pensar que setenta kilómetros más a levante, en Lorca, pueda volver a repetirse la experiencia de la capital murciana. Por si la experiencia de la estación murciana no fuera suficiente, aquí tenemos el ejemplo del soterramiento de El Puche. En muchas de las excelentes informaciones de Lola González, la redactora de La Voz ha quedado reflejado como una obras que tenía prevista una duración de 13 meses se fue hasta los 29 (más el tiempo de pruebas) por los modificados para ampliar la superficie soterrada y facilitar así la conexión con la siguiente fase.  

Doctores tiene la Iglesia, ingenieros el ministerio y técnicos las empresas constructoras para soslayar de la manera más eficaz y rápida esta dificultad, pero si en cualquier trazado en superficie siempre surgen situaciones inesperadas que retrasan su desarrollo, cuánto más puede haberlas en un trazado subterráneo de características tan complejas.  

¿Obliga esa realidad a aceptar como inevitable nuevos retrasos a añadir a los ya tan injustificadamente sufridos? De ninguna manera. A lo que obligan esas circunstancias es a que el nivel de control y exigencia del ministerio, de la comisión de expertos de la Cámara y de la sociedad almeriense en general sea, en este punto del trazado, aún más riguroso. Un rigor en los plazos y en su ejecución que deberá ser compartido a uno y otro lado de la frontera provincial. Es una obviedad recordarlo, pero de nada sirve llegar a 2026 con todos los tramos terminados si el paso por Lorca continúa en obras.  

Almeria y Murcia han tenido épocas de encuentro y, demasiadas veces, etapas en las que ha prevalecido la ignorancia mutua. A veces los vecinos son los que comparten sentimientos mas alejados. Esa actitud hay que abandonarla en el pudridero de lo inútil. Las dos provincias tienen muchos espacios comunes sobre los que habrá de construirse el futuro. El agua, la industria agroalimentaria, la logística, la comercialización exterior, la colaboración interior, la complementación de productos, metas irrenunciables a las que hay que unir la llegada de la Alta Velocidad.  

El levante español tiene un futuro espléndido. Solo hace falta asumir que unidos llegaremos más lejos y más rápido. Y no es tan difícil asumirlo. Solo hay que ser inteligentes.   

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