Eligen el
mes de febrero porque es cuando termina la temporada de caza con galgo, una
modalidad que en Europa solo se practica en España desde que Reino Unido la
aboliese en 2004, y que cada año nos deja cifras vergonzantes e innumerables
fotos de animales abandonados y sacrificados porque se consideran
“inservibles”, ya que según el Club Nacional del Galgo Español, la edad
óptima del animal es de menos de tres años.
A partir de ese momento, otros muchos son exterminados al nacer, se
deshacen de ellos y, si no son ahorcados, ahogados o quemados vivos, son las
protectoras las que se hacen cargo de su recuperación, siempre de forma
desinteresada y altruista.
Este último
detalle para mi es fundamental, porque es lo que le da credibilidad a las
cifras que manejan y que son discutidas por los cazadores, el SEPRONA y las
propias administraciones como disparatadas y exageradas. Cuando alguien emplea
su tiempo, su dinero y parte de su vida a cuidar a los más de 128.000 perros
abandonados al año provenientes de la caza, solo por garantizar el bienestar
animal, me merece el mayor de los respetos. Todo lo demás es hipocresía,
negocio, interés ya que la caza mueve 6.500 millones de euros a través de las casi 750.000 licencias (solo nos
supera Francia) y la industria generada a su alrededor para que un puñado de
españoles se divierta matando y pegando tiros un fin de semana.
Valga como
ejemplo la montería que la semana pasada saltó a los medios de comunicación
donde 70 cazadores mataron 447 animales, entre ciervos y jabalís, que
expusieron en el suelo orgullosos para demostrar su valentía, su bravura, su
buen hacer. Esos individuos con todas
sus licencias en regla y las leyes de su parte ¿hacían deporte, turismo?,
¿estaban garantizando la recuperación de la España vaciada?, ¿era una
expedición científica para controlar las poblaciones y salvar los ecosistemas
de Villaviciosa de Córdoba? No lo creo, porque entonces no pagarían unos tres
mil euros para poder llegar a casa y presumir de haberse cobrado (así lo
llaman) seis o siete vidas por cabeza que no tenían posibilidad de escaparse
porque las vallas cinegéticas se lo impedían. Animales criados y encerrados,
para que quien se lo pueda permitir los acribille a balazos, ¿es eso cultura,
tradición, supervivencia? No, es simplemente un negocio del que se podría
prescindir, porque ni los solo 200.000 empleos, ni todo el dinero que genera,
son excusa suficiente para justificar la violencia, la muerte y la sinrazón en
la que se basan.
Y es normal
que los aficionados a matar crean, y defiendan, que lo que hacen lo hacen por
el bien común, por el bien de los ecosistemas, porque en los cursos que los
habilitan para obtener la licencia se lo cuenta la misma consejería, si
hablamos de Andalucía, que protege y cuida los Espacios Protegidos, las especies
que están en peligro de extinción, y el Parlamento que les permite enseñar
estas barbaridades en los centros educativos.
En apenas unas horas, con un manual de 31 páginas y tras un pequeño
examen teórico y practico, ya estás listo para saber identificar y disparar
a las especies que veloces se cruzan en
tu camino, y todo eso con la adrenalina por las nubes, el deseo acumulado de
toda la semana limpiando tu escopeta y la necesidad de demostrar tus
habilidades ante los tuyos. Eso sí, paga, y no te preocupes si eres menor de
edad, aunque no puedas votar, ni conducir, te vamos a cobrar menos si algún
adulto te lleva a disparar, y si tienes más de 65 años, lo mismo ya no puedes
conducir, pero te regalamos la licencia.
Nunca nos pondremos de acuerdo, las cifras, los datos se interpretarán según el interés. Las manifestaciones en contra y a favor de la caza, de la Ley de Bienestar Animal, se llevarán a cabo en nuestras ciudades, y la crispación, las acusaciones cruzadas y la tensión seguirán creciendo mientras nuestras administraciones sigan subvencionando y cediendo a la presión del pequeño pero rentable lobby de la caza. Son un porcentaje minoritario, pero hacen mucho ruido, generan mucho dinero, y van armados. Vuela, Milana bonita, vuela.
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