Qué está pasando en Unicaja Banco

Manuel León
Periodista

Hace ya una década abanderó el sueño de convertirse en la gran caja andaluza. Esa con la que fantaseaban Chaves y Zarrias como ariete que hiciera frente al poderío madrileño de Cajamadrid y al de los catalanes de La Caixa. Navegó y vadeó muchas orillas, Braulio Medel, pero nunca cumplió ese objetivo de unificar todas las taifas financieras de Al Andalus.  Atrás, en 1991, había quedado el primer acoplamiento cuando la antigua Cajalmería se unió a las cajas de ahorros de Málaga, Ronda, Cádiz y Antequera, diluyéndose su poderío en favor del frente malagueño. Se convirtió así en cola de león renunciando a seguir de cabeza de ratón, cuando patroneaban la nave de la caja del  obispado históricos como Antonio Frías, hijo de un confitero, y Antonio López, hijo de un mecánico naval.

Se cumplen ahora 122 años desde que se fundara la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Almería, el antecedente de la actual Unicaja Banco. Con esa institución, presidida por el obispo Santos Zárate, nacía en 1900, en la Plaza Marín, el primer montepío en la provincia que se enfrentó a la usura pura y dura y que prestaba dinero a cambio de empeños, articulando módicos préstamos a los pobres labradores. Todo por obra y gracia del capital prestado  -13.000 duros- por la benefactora doña Francisca Gímenez  Delgado, viuda de Acilú. Durante décadas  -hasta la irrupción y consolidación de la caja rural de Juan del Aguila- fue la primera institución financiera almeriense gobernada por ese fin social que perseguían las cajas de ahorros, donde a muchos de los almerienses que venían al mundo, los abuelos le abrían la primera cartilla. En los 90, por tanto, el manantial de Cajalmería desembocó en el caudaloso río malagueño de Unicaja perdiendo Almería esa sede financiera. Una década después se sumó también la caja de Jaén.

Cuando todo iba encaminado para vertebrar esa gran caja andaluza, Málaga chocó con Granada, que decidió seguir otros caminos para constituir el banco Mare Nostrum. Córdoba terminó siendo intervenida y comprada por la caja vasca heredera de las ricas familias vizcaínas de Neguri, y Sevilla y Huelva, que habían juntado meriendas creando Cajasol, terminó en los brazos de la poderosa CaixaBank, primera entidad financiera del país por volumen de activos y segunda de la provincia de Almería por número de oficinas.

El dinero nunca duerme, dijo Gordon Gekko, no entiende de geografías ni de sentimientos y lo que anhelaron Chaves y Griñán terminó dándose la vuelta reforzando la gran caja sevillana al principal competidor territorial que ahora, por extravagancias del destino, tiene su domicilio social no en la Barcelona burguesa de Pujol, sino en la ciudad de Valencia.

Unicaja, por tanto, fue creciendo, ya con Almería más como maestresala que como patrón del buque. En 2011 dio una nueva vuelta de tuerca y la vieja caja se convirtió en un banco, acorde con los nuevos tiempos y las exigencias del Banco Central Europeo, que trata, por todos los medios, de homogeneizar la actividad financiera continental. Aún seguía entonces, como consejero independiente, Antonio López, el hijo de aquel montador de motores de Cabezuelo y otros como el periodista veratense Pedro Fernández Céspedes o el economista Agustín Molina.

Unicaja dio otro paso más en 2017 para debutar en las procelosas aguas de la Bolsa convirtiéndose en el quinto banco del país con la absorción el pasado año de Liberbank. Ahora las luchas de poder son más que elocuentes y han quedado retratadas en la composición de su nuevo consejo en el que acaba de dimitir la independiente Ana Bolado, presidenta de la Comisión de Nombramientos que tenía que evaluar al nuevo consejero delegado, Manuel Menéndez. Antes se marchó Manuel Conthe, que estaba al frente de la Comisión de Auditoría. Todo apunta a que el detonante de la marcha ha podido ser el empeño del Consejo en dar una silla a la familia Domínguez, dueños de la cadena de ropa Mayoral y Boston, con el 8% del capital social de Unicaja que, en breve, abrirán comercios en el Centro Comercial Mediterráneo de Almeria, la galería propiedad de Tomás Olivo, curiosamente uno de los primeros accionistas también de Unicaja.

La Fundación Unicaja sigue siendo el principal propietario con el 30% del capital, pero no hay, por el momento, aroma de estabilidad en la nueva Unicaja, tras la fusión con Liberbank , y Europa acecha a la entidad presidida por Manuel Azuaga al no cumplir con las reglas de gobernanza de tener más de cuatro consejeros independientes. Almería tiene en este tablero de operaciones un papel vicario ante el centro de decisiones que está en Málaga. Conserva, eso sí, ese gran edificio del Paseo, 69, 54 oficinas y un laureado equipo de voleibol.

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