En el último pleno municipal de Vera debatimos la liquidación del
presupuesto del pasado año. También se iba a hacer sobre el actual, casi cinco
meses después de su fecha legal obligatoria. Eso fue hasta que al alcalde del
PP, José Carmelo Jorge, le dio un acceso de protagonismo caciquil y expulsó a
este portavoz con un pretexto totalmente banal e insignificante.
La mayor indignación no vino por este hecho en sí, sino por los
comentarios de algunos concejales y concejalas, durante el pleno, sobre el
precio de la luz y las actuaciones del Gobierno de Pedro Sánchez al respecto.
Es decir, resultó más indignante la ignorancia y la demagogia de estos que el
autoritarismo de su jefe. Y lo fue porque son más dañinos para la convivencia
los mensajes mentirosos y perversamente intencionados, así como los mantras que
llegan del PP y que se repiten sin tener ni idea de lo que se está diciendo.
Leer y documentarse es la mejor inversión del tiempo libre. Sobre
todo cuando desempeñas un cargo por el que cobras 3.500 o 3.000 euros al mes del
dinero de los veratenses por no hacer nada, así como suena, salvo muchos ‘selfies’
y posados para las redes y la prensa.
El precio de la electricidad se ha disparado hasta niveles que
jamás hemos conocido. E, igual que en tiempos del Gobierno de Rajoy, en plena
crisis de la deuda pública, aprendimos lo de “la prima de riesgo”, todos sabemos
hoy que el precio de la luz depende fundamentalmente del precio del gas.
Algunos no saben, para qué molestarse –o si lo saben les es igual–,
que fue el Gobierno de Aznar el que implantó el mercado eléctrico que hoy
tenemos, en el que el precio de la electricidad es el resultado de una subasta
en las que libremente se casan oferta y demanda para cada hora del día. Es la
traslación del denominado “sistema marginalista”, mediante el cual el precio
que se aplica a toda la energía es el de la oferta más cara contratada.
Y lo hizo Aznar porque somos parte de la Unión Europea, con sede
en esa Bruselas a la que acuden delegaciones municipales del PP a hablar mal de
su país sin que nadie les haga caso y a que las reciba, por compromiso, el
primer funcionario que pasa a su lado.
Es en la Unión Europea donde está la clave para atajar el
exagerado precio de la electricidad y tendrá que ser mediante un acuerdo unánime
de los lideres europeos. Si para España es crucial desligar el precio de la
electricidad del precio del gas (214,36 euros/MWh el 9 de marzo de este año,
frente a 16,55 euros un año antes) es porque casi el 47% de la energía que
consumimos es renovable, pero en Alemania apenas llega al 30% y encima su
abastecimiento de gas proviene de Rusia y ya sabemos como está la situación.
En fin, esperemos que la diplomacia europea sea capaz de llegar a
un acuerdo y más pronto que tarde veamos un profundo cambio en este hoy
diabólico sistema de fijación del precio de la electricidad. Aunque también hay
que decir que, en una situación de normalidad de los mercados, este sistema es
bastante eficiente e incentiva el crecimiento de la generación de energía
renovable, que, no olvidemos, es uno de los grandes objetivos contra el cambio
climático.
Sobre los demás factores que condicionan el precio de la energía (los impuestos, los peajes, etcétera) el Gobierno ha actuado con contundencia, con importantes rebajas e incluso supresiones. Lo ha hecho con cargo a las arcas públicas, aunque Feijóo cabalgue a lomos de la mentira y la tergiversación a la hora de hacer oposición. Por lo visto, según él, el Gobierno de Pedro Sánchez se forra con los impuestos a los hidrocarburos, aunque en realidad esos impuestos terminan en comunidades autónomas como la que él preside. Sin duda, una locura y así todo.
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