Garrucha
Adiós a Manuel León Castillo, probablemente el redero más rápido conocido por estos lares, que a los 83 años nos ha dejado con la impronta y la huella que dejan las buenas personas de verdad. Aunque considerado garruchero, aterrizó en la década de los sesenta desde su querida Málaga de la mano de esos viejos lobos de mar que han sido siempre ‘Los Sordos’. Su estancia entonces fue en la posada de Isabel y María, precisamente apodadas las posaderas, ubicada en la calle Mayor, una de las arterias más importantes de la localidad.
El bueno de Manolo conoció a la entrañable y guapa Isabel González Ruiz, ‘La Porreras’, llegando a formar una extraordinaria familia con sus dos vástagos, Manuel y Ana María, dos hijos ejemplares donde los haya. Su profesión se ha visto siempre enredada entre las artes de pesca, llegando a convertirse, debido a su buen hacer y su profesionalidad, en el redero de todas las embarcaciones de la flota garruchera, siendo considerado como el que tenía la aguja de remendar más rápida del Mediterráneo destacando por sus grandes aciertos en la confección y arreglo de las redes utilizadas en la pesca de arrastre. Muchas personas aprendieron con él ese noble arte tan necesario para poder seguir faenando con artes en buenas condiciones.
Aunque el rico refranero español nos recuerda que nos libremos del ‘día de las alabanzas’ lo cierto es que todos estos adjetivos han acompañado siempre al bueno de Manuel durante su vida, gran profesional, trabajador, responsable, generoso, con memoria prodigiosa, un gran conocimiento en muchos aspectos, buen amigo, inteligente, leal, honesto, humilde, entrañable, y un excelente esposo y padre.
Muchos son los recuerdos, vivencias y anécdotas que se podrían contar de Manuel, cada vez que nos veíamos echábamos un rato charlando con una amena e interesante conversación y siempre acababa diciéndome lo orgulloso que estaba de sus hijos. Todos recordamos, también, ese rincón que era su preferido en la barbería de Juan de Nicolás donde era una auténtica biblioteca andante, era un auténtico placer escucharlo abordando diversos e interesantes temas.
El día de su fallecimiento hubiese estado muy contento y hubiera gozado mucho viendo la clasificación del Madrid en la Champions. Su ejemplo en la vida debe servir para dar alas a sus entrañables hijos para continuar en la brecha con nuevos bríos y no es de extrañar que de ese magnífico matrimonio de Isabel y Manuel hayan salido Ana María y Manolo con sus grandes cualidades como personas.
Y la buena de Isabel, ‘La Porreras’, te está esperando con los brazos abiertos para compartir con ella la eternidad. Y emulando palabras del epitafio del poeta Álvarez de Sotomayor, ‘En su tumba dejad que confundidos los dos, gocen la eternidad, si quiera sea por caridad o por el amor de Dios’. Amigo Manuel, descansa en la Paz que te mereces.
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