Al almeriense Rafael Martínez
Durbán le persiguen pesadillas de guerras que cubrió. Ucrania le recuerda a los
países bálticos. Es uno de los últimos reporteros en abandonar
Vietnam.
Martínez Durbán se confiesa sobre sus experiencias como reportero televisivo, enviado especial a varias guerras. El almeriense es de los que saben que para hablar conviene pensar un poquito, y no sacar pecho: “Me vienen pesadillas y sueños macabros sobre la guerra. Quiero pasar desapercibido. Solo me limito a la familia y a comprar ¡el pan! Como amigo, estoy a tu disposición”.
Los horrores de la guerra y el papel de los periodistas para combatir la manipulación es una constante. La televisión se ha modernizado a golpe de Olimpiadas o Mundiales. La radio fue la novedad de la Guerra Civil española y la televisión en Vietnam. “El interés del pueblo norteamericano por la guerra, que acabó con Nixon, se produjo gracias a la tele”. “Ten en cuenta que fui uno de los últimos periodistas occidentales en salir de Vietnam, en abril de 1974, junto con Diego Carcedo y José Manuel Aláiz, el cámara, muerto en accidente de tráfico años después. A mi me tocó informar desde Hué. A ellos en Saigón”.
“Mi última imagen fue muy dramática. Cuando los helicópteros norteamericanos llegaban a las aldeas, las madres ofrecían a los más pequeños para que los sacaran de allí. Solían llevarlos a Cruz Roja. A miles de mujeres las vacunaban para propagar la sífilis a los soldados norteamericanos, aunque les decían lo contrario y luego eran maltratadas y como estarían sufriendo, es inimaginable, para regalar en muchos casos a sus bebés. Como todas las guerras, duro, duro en todos los ámbitos”.
Es un gran contador de historias. “La de reportero es mi faceta profesional menos conocida. Recuerdos terribles que se reactivan cuando pasan situaciones como las que vive Ucrania”. El sangriento recuerdo de la guerra no es fácil olvidarlo. Caras que van defenderse o a matar. “Los momentos vividos en Mostar y Sarajevo me recuerdan lo que se vive hoy en Ucrania. Sueño muchas noches que voy de viaje de trabajo a cubrir un conflicto. Y no por lo de Ucrania. Éramos muy inconscientes, vivíamos aquello como una película de la que formábamos parte como unos actores de poca entidad. Pasábamos por calles pegados a paredes para protegernos, sabiendo que nos vigilaban. Cruzábamos campos hasta que nos advertían los soldados españoles que era territorio minado. Estábamos dentro de la guerra y formábamos parte como extras de tercera categoría”.
“Contábamos en las cunetas, de regreso a la base, los muertos que no estaban por la mañana. No teníamos medios técnicos de comunicación salvo los teléfonos de campaña de los militares españoles que nos llevaban a la zona caliente en un Blindado Medio sobre Ruedas (BMR), vehículo nacional con el que se dotó a la Agrupación Táctica Málaga en Bosnia-Herzegovina (1992-1993)”. “Uno de los conductores era un casi niño croata voluntario, que estaba allí, decía, para vengar a su abuelo muerto en la primera guerra mundial. En Mostar, un francotirador serbio mató a una periodista italiana que estaba en nuestro grupo, le partieron en dos la cabeza. Un compañero de TVE le dio 100 dólares a un soldado croata, para hacer un paripé un día de poca actividad bélica, y le voló la cabeza un francotirador serbio. Los francotiradores eran, como ahora en Ucrania, los reyes de la guerrilla urbana”.
“Split (Croacia) es
una ciudad fantástica con un palmeral que se parece mucho a los de Alicante o
el Nicolás Salmerón de Almería. Ahora está de moda para los jóvenes que hacen
el tour de Juego de Tronos, destaca como contrapeso frente a los momentos de
terror de otros puntos balcánicos. “Pasaba en la guerra 15 o 20 días y luego
regresábamos en un avión Hércules a España, para regresar después de una semana
de descanso”. “En mi grupo estaba siempre Ana
Soteras de la agencia EFE, una extraordinaria corresponsal de guerra”. Los
cámaras son fundamentales en las zonas de conflicto. Arturo Pérez Reverte suele
recordar sus andanzas con el mítico José
Luís Márquez de TVE. Ahora lo hacen los que acompañan al curtido
periodista Óscar Mijallo, que estoy seguro publicará un nuevo libro, con Miguel
Ángel de la Fuente y Hugo Úbeda y la presencia de una ayudante local, Ludmila.
“Antes no teníamos los apoyos de los “fixers” que ayudan a los reporteros a
moverse por todas partes”, precisa.
Arturo Pérez Reverte
recordó: “Estos días, ante una nueva guerra, no
puedo evitar asociarla con mi memoria. No sé qué idiota dijo que ninguna guerra
se parece a otra, pero quien lo hizo era evidente que había visto pocas o no
las había mirado bien. De Troya a Ucrania sólo ha cambiado la forma técnica de
arrasar ciudades y destruir vidas, pero la tragedia es idéntica, como lo son
las atrocidades y heroísmos de que es capaz el ser humano: a veces la misma
persona y a veces el mismo día. Héroes por la mañana y verdugos por la tarde, o
viceversa. No me lo han contado, insisto. Lo he visto yo”. El exitoso escritor
cartagenero escribió Territorio comanche, una novela en la que hizo
catarsis, y una reflexión sobre el periodismo, de su experiencia como popular
reportero de los informativos de TVE durante el periodo 1973-1994.
Rafael Martínez Durbán
empezó a trabajar en TVE en enero de 1967. Ha sido director de Informe
semanal, entre 1978 y 1982, jefe de informativos del Centro Territorial de
Madrid, y ha ocupado distintos puestos de Cooperación Internacional, autor del
primer reportaje de los estudios y formación del Rey Felipe en Canadá. Recuperó
el teatro e impulsó documentales y programas culturales. Lanzó Ésta es
mi tierra, un retrato literario de grandes figuras como José Saramago, Ana
María Matute, Landero, Llamazares o Manuel Vicent, entre otros. Quizás sea
conocido por ese sello cultural en una profesión en la que todos somos
prescindibles. Como la vida misma. En cambio, sobre su faceta de corresponsal
de guerra nunca se ha pronunciado. Lo hace por vez primera, pese a que en los
últimos días le han buscado de emisoras de ámbito nacional de radio y tele y ha
rechazado entrevistas. La guerra de Ucrania es una operación sin
parangón en Europa. En Sarajero estuvo otro periodista almeriense.
José María Siles fue corresponsal de TVE en Berlín, Rabat y Nueva York, tal
como hemos escrito en más de una ocasión.
El reporterismo de guerra vuelve estos días a recordarnos a todos los que nos han dejado su compromiso por la profesión y la empatía por el terreno que han pisado, y pisan en la actualidad. Un duro precio, gran riesgo que cuesta vidas y destroza familias, como se refleja en el documental Morir para contar. El periodista y autor de varios libros Martínez Durbán (Almería 1944), que lleva el nombre de Almería por todas partes, tiene suficiente material para seguir narrando. Puente verde y En la sombra del rey son algunas de sus obras más celebradas.
Vaticino desde aquí que documentales, el cine y la literatura, se enriquecerá de las aportaciones de los reporteros que trabajan, buscando luz, desde los lugares de conflicto. Desde la BBC o hasta El País con más de una decena de periodistas informando desde el terreno bajo la coordinación de la cordobesa Lucía Abellán, hija de mi admirado amigo y compañero en RNE, Diario16 y jefe en la radio andaluza, Ángel Abellán, que ejerció de coordinador de los centros territoriales de Canal Sur Radio y Televisión. Habrá documentación para la historia de todos ell@s. La credibilidad de le curtida Almudena Ariza (Madrid, 1963), en sus pedagógicas crónicas para los telediarios desde Ucrania, tiene la experiencia de sus coberturas en el Kurdistán, en la guerra de Irak, junto al reportero, recientemente jubilado Manuel Ovalle, el mejor amigo y compañero del añorado cámara Luis Carranza, y amigo personal del periodista que firma este artículo. Y no solo en Ucrania-Rusia.
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