Se nos ha ido un gran maestro que buscaba la verdad en los clásicos y que hace apenas dos meses recibió el Premio Nacional “Promotor de los Estudios Latinos” en la UAL. Tuve, junto a la doctora Emilia Martos, el privilegio de asistir al último acto del catedrático Manuel López Muñoz (Jaén, 1966), cuando le acompañamos como vocales en varios tribunales de fin de grado TFG. Era un gran perfeccionista y un pionero de las nuevas tecnologías con su dirección del Centro de Investigación Comunicación y Sociedad.
El catedrático López Muñoz, en 2020, con su grupo de trabajo / A. Torres |
Nació en Jaén en 1966 y su fallecimiento nos ha dejado huérfanos de
un amigo, un apasionado de la enseñanza, gran conversador con un fino sentido
del humor y una retranca especial con la que sabia salir airoso de cualquier
extraño camino, huyendo de la estupidez. He trabajado en varios proyectos y
sueños como el que emprendimos en 2002 con el objetivo de conseguir el Grado de
Comunicación que sigue aprobado y la pandemia orilló. Se implantó con éxito el
Máster propio, junto a las acciones del actual Decano de Humanidades Rafael
Quirosa-Cheyuroze y Muñoz.
Uno de los libros de Manolo López que tengo dedicado donde demuestra humildad es “Fray Luis de Granada. Los seis libros de la Retórica Eclesiástica, o método de predicar”. Va en la línea de la exitosa Irene Vallejo y su obra El infinito en un junco. Esto se lo explicaba a Manuel López y su comentario es que todo lo que ocurre tiene respuesta en los clásicos. En sus columnas periodísticas siempre para describir una cuestión buscaba como lo planteaban y solucionaban antiguamente. “Fray Luis fue el mayor y el mejor teórico de la retórica de sus tiempos. Lo vemos hoy en día que es más fácil asustar a la gente que presentarle un programa electoral. Del estudio de la retórica, lo que siempre me ha interesado es entender cómo se convence o manipula a las personas”. En esa línea continúa su íntimo amigo el catedrático Juan Luis López Cruces que sigue apoyando a la familia de Manolo formada por su esposa Mercedes y sus hijos Lorenzo y Pablo. En la tarde de ayer, martes, centenares de personas dimos el adiós, antes de la incineración a un gran hombre. Su obra y forma de enseñar pervive.
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