La financiación de las pequeñas explotaciones agrarias

David Uclés Aguilera
Economista

Lo de ir teniendo muchos años tiene grandes desventajas (acabo de llegar de una visita al fisio, cosa que hace 20 años ni me planteaba), pero aporta algo que para el análisis viene muy bien: la perspectiva. Censo agrario tras censo agrario, encuesta de estructuras agrarias tras encuesta, año tras año, nuestro sector agroalimentario ha ido transformándose, tendiendo hacia explotaciones más grandes, más tecnificadas, más profesionalizadas y más enlazadas con el mercado. No solo ha sido ocasionado por la inercia de los mercados, sino también por movimientos demográficos y sociales que han vaciado el campo de mano de obra y que han modificado los sistemas de aprovisionamiento alimentario de las familias dejándolos en manos de grandes cadenas de distribución. 

La tendencia era muy clara. Las explotaciones de mayor dimensión lo tienen más sencillo para financiar las inversiones en modernización, también para contratar a los mejores profesionales o para, en última instancia, invertir en I+D+i. Por eso han ido ganando terreno.

En primer lugar, la pandemia tensionó las cadenas de aprovisionamiento poniendo a la vez de manifiesto la importancia estratégica del sector productor de alimentos. Esto ha incrementado el apetito de los fondos de inversión hacia él. Los capitales que están entrando seguramente buscarán maximizar beneficios, entre otras cosas, ampliando la escala de las actuaciones en busca de economías de escala y poder de negociación. 

Otro factor es la tormenta «perfecta» que está asolando al sector: costes disparados por los efectos de cuellos de botella logísticos, primero, y de la invasión de Ucrania, después; sequía en toda Europa y África, e inflación galopante. Esta situación puede dejar fuera de juego a muchas explotaciones, las cuales han tenido que aumentar su endeudamiento (aquí puedes leer al respecto) (mayormente a corto) para financiar la caída de márgenes (o la desaparición). 

En la medida que esta situación se alargue, más y más agentes saldrán del mercado. Y, aunque las pequeñas explotaciones son muy flexibles –dado que muchos de sus dueños no viven principalmente de ellas–, lo cierto es que es en estas en las que más velozmente está ganando peso la financiación a corto, llegando a suponer en torno a la mitad de toda la deuda. Los problemas de liquidez, si no se resuelven, terminan siéndolo de solvencia. 

Y una explotación pequeña que cierra es una explotación que potencialmente puede acabar engrosando la estructura productiva de las explotaciones más grandes. Así que sí; esta crisis con total seguridad estará acelerando el proceso. Con todo lo bueno que eso supone para la eficiencia, pero con todo lo malo que también supone para las sociedades rurales y su supervivencia.

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