Juan González López ‘Juan Ballesta’ (Almería,
1935-Madrid, 2022), dibujante delicioso, aupado a la élite del humorismo
español de la Transición, ha deslumbrado, con dos gestos insólitos después de
muerto, que nada tienen que ver con la celebridad de sus viñetas: este
almeriense de la diáspora ha donado gran parte de su obra a la Biblioteca
Nacional y ha dejado activo su correo
electrónico -juan.ballesta@icloud.com- según reza en una esquela aparecida este mes
de agosto en El País. “Alguien me escribirá, aunque no
lo pueda leer”, debió pensar Ballesta antes de morir.
En plena canícula se ha ido este dibujante, ilustrador, pintor y escritor, muy desconocido en su propia tierra, de la que salió rumbo a Madrid con solo 17 años para estudiar y abrirse camino en algún oficio relacionado con su temprana vocación artística. En los últimos años, ya retirado de todo, tuvo el reconocimiento que no tuvo cuando estuvo activo con la concesión de la Medalla de Andalucía en 2011 que no pudo recoger por enfermedad y que lo hizo su pareja en su nombre.
Ballesta llegó en tren a Madrid en 1952 y al año siguiente ya estaba publicando viñetas en el diario Informaciones y después en la revista Don José y en la celebérrima La Codorniz, donde encajó con su humor sutil, con viñetas legendarias donde tenía que sortear la censura como quien atraviesa un campo de minas. Se trasladó a Londres en 1958 publicando en periódicos como Daily Mirror y en 1965 viaja a Italia con una beca Juan March para estudiar grabado en Perugia. Hipnotizado por el arte italiano, permaneció hasta 1978 trabajando como ilustrador publicitario y colaborando en revistas y grupos editoriales como L’Espresso y Rizzoli.
En 1978 regresó a España, integrándose como ilustrador y humorista en el Grupo 16 fundado por Juan Tomás de Salas, tanto en Diario 16 como en Cambio 16. Ballesta ejercitó una sátira más acusada sobre cuestiones de actualidad política, sin abandonar el humor costumbrista que le caracterizaba. Publicó una monografía recopilatoria bajo el título ‘La pareja, qué coñazo’. Extendió con posterioridad su radio de acción a otras publicaciones como Interviú o Por favor y en el exterior en Playboy y París Match. Después tuvo un periodo volcado en la pintura.
La Voz de Almería lo propuso como Premio Protagonista del año en 1989 y también obtuvo reconocimientos como el del Premio del Club Internacional de la Prensa. Algunas de sus obras, trufadas de fina ironía, están en el Museo del Humor de Basilea.
Escribió también narraciones para niños como ‘Pedro y Mariquita’ o ‘Tommi y el elefante’. Expuso varias veces sus dibujos en Adra y junto a Martínmorales- desaparecido también este verano- y Miguel Arranz -que sigue vivo- participó en una muestra en la Estación de Puerta del Sol de Madrid para Reporteros sin Fronteras.
Se fue joven de Almería, pero mantuvo siempre una casa en su tierra donde volvía de vacaciones, que era como el cordón umbilical con su niñez sureña. Se ha ido Juan Ballesta, un descreído, un payaso del rotring, pero su e-mail sigue abierto, para el que le quiera escribir, aunque no obtenga respuesta. Ha sido el último chiste de este almeriense. Que en paz descanse.
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