El Algarrobico y el daño eterno a Carboneras

Simón Ruiz
Periodista

Me suelo resistir a escribir de Carboneras, mi pueblo. Pero esta semana creo que ha llegado el momento de refrescar mi memoria y recordar que hace muchos años fui de los pocos que asistió – como espectador - a la primera manifestación contra el hotel que estaba a punto de abrir y que hace muchos años pocos fueron los que se posicionaron en contra.

Hotel El Algarrobico

Por aquel entonces no se había generado un movimiento a nivel nacional contra el que muchos consideran un símbolo de la “depredación urbanística del litoral español”. Hasta que llegó una exministra, Cristina Narbona, y dijo que no le gustaba para nada esa mole de cemento. A mí tampoco me gustan las cuatro torres ni las torres Kio y no por ello reclamo que procedan a su demolición. 

Es más que probable que muchos de los que, alegremente quizá, opinan sobre el hotel de El Algarrobico nunca hayan estado en Carboneras. Ni tampoco conozcan que han cerrado una central térmica. Ni tampoco que han reducido los días de faena para los pescadores. Sí. En Carboneras hay un hotel que es muy feo, pero también circunstancias que taponan su desarrollo.

El pasado miércoles, en la portada de El País se le dio más espacio a la decisión del Tribunal Supremo de mantener en pie aún un tiempo más el hotel que a unas declaraciones del presidente castellano-manchego, Emiliano García-Page, contra la reforma del delito de malversación. 

¿Se ha preguntado alguien por qué dura tanto un proceso si tan claro tienen en el resto de España que el hotel tiene que derribarse? ¿No será que prima la Ley por encima de que a Cristina Narbona no le gustara en su día El Algarrobico? La Justicia tiene sus tiempos y bien hacen quienes la administran en no someterse a presiones de ningún tipo.

El hotel será derribado algún día y el daño a Carboneras será eterno. Y mucho me temo que no se harán eco de ese daño las grandes portadas de este país.

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