El Centro Histórico de Almería viene a ser ”la crónica de una muerte anunciada”, es un casi cadáver expuesto que nadie quiere ver. Los planes previstos para evitar su muerte han decaído uno tras otro sin resultados. Ninguno ha sido trascendente, ni eficaz. Las anteriores corporaciones han preferido abrir camino en otros confines de la ciudad, más fáciles, más gustosos y, desde luego, más rentables. Lo que nos queda es doloroso, da cierta grima la evidencia de que cada vez queda menos vida.
Una Almería en vías de extinción / Asociación Amigos de la Alcazaba |
El Centro Histórico languidece en su abandono, pocos visitan al enfermo, casi todos los familiares prefieren lo nuevo: nuevas construcciones, nuevos centros comerciales, nuevas vías, nuevos barrios, nuevos ocios. En Semana Santa al Centro le ponen un manto de cornetas y tambores como telón de fondo, como escenario. En Feria le ponen un mantón floreado y un abanico de colores. En Navidad, una noria y árboles de luces. En carnaval, canciones con letras chispeantes y asombrosos disfraces. !Chimpúm!
El pobre Centro se comporta como enfermo terminal. Al principio se quejaba, pero desde que una vez le pusieron una soga de ahorcado disfrazada de alfombra roja, ya ni protesta, se deja morir
El pobre Centro se comporta como enfermo terminal. Al principio se quejaba, pero desde que una vez le pusieron una soga de ahorcado disfrazada de alfombra roja, ya ni protesta, se deja morir. Ni siquiera las inyecciones de conciertos y eventos, que esporádicamente le ponen, le dan ya salud, solo sirven para que lo visiten turbas multitudinarias que al siguiente día ya no están.
En nuestro Centro Histórico nada parece florecer, ni el comercio local, ni la vida de los jóvenes, que no pueden acceder a vivienda, ni siquiera de los mayores, que no tienen donde comprar lo elemental, ni pasear escaparates con alegría, ni tomar un café en domingo y fiestas de guardar. Al Centro le han “vampirizado”, le han sustraído sus funciones los desarrollos periféricos, tan modernos y tan sin sustancia ni identidad. Ha perdido su función de “centralidad”. Incluso las clases sociales propias de su entorno le han negado. Ahora compran con optimismo en los nuevos residenciales. Antaño estaban orgullosos de vivir cerca del Paseo de Almería.
No se trata de que el Centro viva sin más, se trata de que viva bien, con calidad y alegría, pero no para el turismo, que también, que viva para sus vecinos
Mientras esto pasa, el médico residente responsable, el especialista en cuidar del enfermo, el Ayuntamiento, está ocupado en extravagantes instrumentos planificadores sin darse cuenta de que no se trata de que el Centro viva sin más, se trata de que viva bien, con calidad y alegría, pero no para el turismo, que también, que viva para sus vecinos, en armonía, con orden y limpieza, integrando y facilitando el comercio, el ocio y los oficios con toda la diversidad y sus ricas posibilidades.
El Ayuntamiento ni siquiera cuenta con una oficina, ni sección, ni personal específico que integre la rehabilitación y custodia del Patrimonio callejero para analizar junto a las asociaciones, con los vecinos, con los comerciantes y profesionales cuales pueden ser las medicinas que hay que aplicar. A falta de un deseable “Plan Central de Vida, Comercio, Costumbres y Resiliencia”, se aplica la “indisciplina urbanística”, los “fachadismos”, y cuatro cositas de pintura que no espabilan al enfermo.
Sería ideal que el Ayuntamiento se convierta en “mediador” entre propietarios que solo generan rentas inmobiliarias sin ninguna productividad social y vecinos que quieran prosperar
Los gestores municipales deben abandonar los viejos hábitos, dialogar y hacer partícipes a los vecinos de sus planes. Sería ideal que el Ayuntamiento se convierta en “mediador” entre propietarios que solo generan rentas inmobiliarias sin ninguna productividad social y vecinos que quieran prosperar. ¡Ah!, y me olvidaba, mediar también con el clero (con la iglesia hemos topado) que es un rico propietario inmobiliario de rentas improductivas...
Y mientras tanto, lo normal: limpieza profunda y exigencia a los que tienen ruinas que desbordan en la calle o a las compañías de la luz para quitar “cables colganderos” y obstáculos estrafalarios que destrozan el paseo y las fachadas de las viviendas. Simplemente se pide que no se haga nada a espaldas y en ocultación de los que pagamos los impuestos y sueldos de gestores que viven sin apreturas y en opulencia, algunos, por cierto, pensando en irse a vivir al barrio residencial de moda.
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