Esta es la historia de uno de los gigantes de la agricultura almeriense bajo plástico, esa que ha sobrepasado con creces ya el medio siglo de vida alimentando con verdura fresca a Europa desde la investigación al trabajo con los brazos, desde el laboratorio hasta el palet, en las antípodas de algunos rentistas del Paseo que siguen anclados en los tiempos de la uva de barco; esta es la historia de Agrupaejido, uno de los mascarones de proa de ese milagro vegetal en el que puso un pie y después los dos un intrépido roquetero, Cecilio Guillén, creando el nuevo reino de (La) Redonda, como el urdido con letra de imprenta por Javier Marías. Desde allí diversificó, convirtiendo a una alhóndiga de pizarra y tiza en un puzzle de negocios: bodegas, cosméticos, inversiones en México, desaladoras, apartamentos, centros comerciales y hasta una radio y televisión.
Llegaron los problemas, los acreedores, un crédito sindicado que no pudieron devolver y una deuda de 70 millones que obligó a la empresa a pedir concurso voluntario de acreedores en 2015: un terremoto en el epicentro del invernadero cuando el área de influencia de Agrupaejido era de más de 1.600 hectáreas, 2.000 agricultores fidelizados y más de 600 empleados en plantilla. Desde entonces, Agrupaejido ha ido haciendo deberes, vendiendo, desprendiéndose de grasa para coger músculo: al igual que compró la subasta de Femago, vendió Cehorpa y más recientemente dos de sus almacenes de La Mojonera a Pedro Caparrós y a Ecoinver. Con ello, los Guillén han podido saldar la deuda y salir de concurso hace unas semanas, aunque tienen detrás a otro prestramista, un fondo de inversión, que no les va a quitar ojo.
Pero lo peor del temporal parece que ya ha pasado: Agrupaejido ha renacido parece que con más cabeza, con más orden. Ya no tiene 600 empleados, pero no baja de 150 y conserva cuatro centros de trabajo. Otra como Agrupaadra, no ha podido aguantar el nuevo escenario de crisis, de costes de producción y ha bajado hace meses la persiana. Las comercializadoras hortofrutícolas almerienses, colosos en volumen, en ingresos, en facturación, en mano de obra, en exportaciones, no lo son tanto en márgenes -¡ay!- y es, por eso, un arte lo que hacen la mayoría de sus gerentes para mantenerlas a flote, sembrando empleo y riqueza en la provincia.
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