Que la gestión de la sanidad pública por parte del Gobierno de
Moreno Bonilla es un auténtico desastre no es una mera opinión, sino la
constatación de una triste y lamentable realidad, pero tan cierta como la que
sufren decenas de miles de usuarios y sus familias. Para entender la dimensión
del problema, a Moreno Bonilla no le vendría mal ponerse en la piel de muchas
de estas personas que amanecen cada día reconociéndose en el mismo pellizco en
el estómago con el que se acostaron la noche anterior, en ese doloroso pinchazo
que provoca la desesperación a los que llevan esperando meses para ser
atendidos.
Durante estos días, los
socialistas hemos puesto a disposición de la opinión pública una cifra con la
que muchos deberían sentir una profunda vergüenza: El Gobierno de Moreno
Bonilla transfirió el pasado año 14,6 millones de euros -a dedo- a la sanidad privada
de la provincia, mientras que la pública ha seguido agonizando por falta de
recursos económicos.
Pese a la importancia que tiene
para toda la sociedad la sanidad pública, que ha sido la bandera de Andalucía
durante muchísimos años, los alcaldes y alcaldesas del PP siguen mirando para
otro lado en lugar de ponerse de parte de sus vecinos y vecinas. Otros, además,
han preferido pasar de puntillas sobre este asunto, restándole gravedad a lo
que es un cambio de sistema en toda regla.
El desvío de dinero público a la
privada ha provocado el deterioro en cascada de la atención primaria y el
incremento de las listas de espera para especialidades hospitalarias, pruebas
médicas o intervenciones quirúrgicas. El sistema sanitario público necesita con
urgencia un refuerzo que esté a la altura de las circunstancias tan críticas
que vive, y así se le viene exigiendo al PP. La situación es especialmente
grave en todo lo relacionado con la salud mental, que está afectando de manera
notable a mucha gente joven que se siente desamparada por la falta de recursos
y de profesionales.
Entre tanto, muchas familias se enfrentan a un panorama desolador, dejándose un dinero que no tienen en clínicas privadas o empeñándose hasta las cejas para darles a sus hijos e hijas una atención que no encuentran en la pública. Un auténtico drama, con todas sus letras y toda su crudeza, ante el que el Gobierno de Moreno Bonilla ha decidido cerrar los ojos y taparse los oídos.
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