Cuando Gerald Brenan llegó a Almería en su viaje desde La Alpujarra
su impresión de la ciudad fue que parecía un cubo de cal tirado en la montaña.
Nuestra ciudad era un casería de viviendas de una, dos y en algunos casos tres
plantas en donde únicamente sobresalían las torres de las iglesias y el perfil
predominante de La Alcazaba. Esa imagen se mantuvo hasta los años 50 del pasado
siglo, cuando llego el desarrollismo, y las calles principales se cubrían de
grandes árboles que sombreaban calzadas y acera. ¡Los viejos eran más sabios
que nosotros!
En los últimos tiempos nos hemos
dedicado a quitar ficus de nuestras calles y colocar, en el mejor de los casos,
naranjos, árboles enanos y palmeras. Pero el mayor avance, el adelanto que ha
supuesto un antes y un después en la innovación tecnológica, ha sido alquilar
todos los años unos toldos para El Paseo, cubriendo a unos pobres árboles que
se podaban como tartas navideñas; esa bromita-ocurrencia nos cuesta 100.000
euros cada año. ¿No sería más fácil, barato y eficiente dejar crecer los
árboles hacia el centro de la calle?
El cambio climático es un hecho
indiscutible salvo para algunos necios de solemnidad. Debemos adaptar nuestras
ciudades a este cambio y, en primer lugar, debemos hacerlo utilizando los
medios que la naturaleza pone a nuestro alcance. Son los denominados métodos
pasivos, que se llaman así porque son los que no consumen energía, pero
necesitan tiempo para producir sus efectos. Debemos llenar nuestras calles y
espacios libres de árboles. El objetivo es conseguir sombra en suelos y fachadas
e impedir la acumulación de calor durante el día y su radiación a la atmósfera
por la noche. Este efecto es conocido como “isla de calor” y, junto con la
contaminación, es uno de los principales problemas que tienen hoy las ciudades.
La colocación de árboles en las
calles formando un bosque galería, en las plazas y espacios libres, en los
patios de los colegios, en las medianeras de calles y en las rotondas, en todos
los espacios donde se pueda producir sombra, conseguirá una bajada de
temperatura de entre 5 y 8 grados. Cualquiera que camine por la Rambla, la Av.
del Mediterráneo y otras calles de nuestra ciudad donde existan arboles de
porte podrá comprobar su efecto, y eso sin nombrar otros múltiples beneficios
que tienen sobre la fauna urbana, la salud de las personas reduciendo el ruido
y el embellecimiento de la ciudad.
Llenemos de verde Almería y asombremos al mundo.
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