El estreno en Telecinco, hace ahora 30 meses, de la docuserie Rocío, contar la verdad para seguir viva produjo una gran conmoción en la sociedad española por la crudeza con la que se exponían supuestos casos de violencia de género, mediática, vicaria e institucional. La Universidad, que nunca se debe mostrar ajena a lo que ocurre en la sociedad de la que forma parte, también entró de lleno en el tema y fueron numerosos los trabajos que se elaboraron sobre este tema, tal y como hemos dado cuenta en un artículo de Emilio Ruiz firmado en La Opinión de Almería. Marián Lozano, alumna de la Universidad Rey Juan Carlos, también se ocupó de este conmovedor caso. En este artículo -que forma parte de su trabajo- explica cómo llegó a esa determinación.
Las oportunidades hay
que aprovecharlas y dejar pasar una, bien sea por pasotismo, timidez o pudor, con la experiencia ya de los años vividos, no es que sea imperdonable, es
incluso irresponsable. No hay necesidad de someterse al machacante lamento del ¿por
qué no lo haría? o ¿y si lo hubiera hecho? Cuando el profesor Fernández Hoya nos planteó realizar un
trabajo libre para la asignatura de Procesos de comunicación…, sin necesidad
de formato académico, en el que tratáramos sobre un tema relacionado con la
publicidad, la televisión, el cine o la producción musical, tuve claro al
instante que esa era la ocasión.
Dicen que un grano hace
granero y ese era mi objetivo, poner el grano en el lugar adecuado. No tenía en
mente elaborar un gran trabajo, primero, por inexperiencia, y segundo, por la
limitación temporal. De lo que no tenía ni una sola duda era del mensaje que
deseaba transmitir y con qué intención, siendo consciente de que solo llegaría
a una pequeña audiencia, pero la adecuada.
Tan solo en las cuatro o
cinco primeras clases de esta asignatura no fueron pocas las ocasiones en las
que el profesor, de forma intencionada, levantó el debate sobre el machismo en
el mundo audiovisual, la mirada masculina en el cine y en la publicidad, la
hipersexualización de las jóvenes en los realitys, el feminismo a medias de
algunas divas de la canción y, por supuesto, el machismo desmedido en el reguetón.
Y fueron en estos debates en los que se puso de manifiesto la influencia de las
RR.SS. en un colectivo joven, ávido de conocimiento, pero también vulnerable y aún
no selectivo con el origen de la información.
Se estaban reproduciendo
muchas situaciones que, como usuaria activa de Twitter, me resultaban ya muy
conocidas, diríamos que la red social se había trasladado al aula. Opiniones taimadas
y otras más broncas. Mayoritariamente, buenas intenciones mezcladas con mantras
procedentes de las organizaciones más conservadoras. En buena medida, confusión
de conceptos. Minoritariamente una claridad absoluta sobre el rol de la mujer.
Y residualmente el negacionismo presente más que nunca en nuestra sociedad.
Hablar de televisión y
polémica y que no aparezca Telecinco es casi utópico y mi aula no iba a ser la
excepción. Más cuando en Telecinco en ese momento se estaba emitiendo La
isla de las tentaciones, uno de los pocos formatos de televisión que todavía
hoy en día fideliza a una audiencia joven consumidora de plataformas como
Netflix, Prime o HBO.
Y si me hablas de
Telecinco, si me mencionas las contradicciones de la cadena, si me vendes que
el modelo de lo que nos ofrecían en MyHyV
ha marcado a una generación, si me cuestionas el testimonio de Rocío Carrasco, me estas tocando las
palmas y no es que me ponga a bailar, pero se me mueven los pies debajo del
pupitre.
Ojalá hubiera tenido la
formación, los conocimientos y la experiencia de Ana Bernal-Triviño en ese momento
para poder transmitir, de esa manera didáctica y a la vez llana con la que ella
se expresa, todo aquello que en esos momentos era necesario aclarar. Pero
llegado el momento, el discurso fluye solo, la carga de la razón se antepone a
otras carencias, solo que el tiempo limitado siempre es un inconveniente.
No somos feministas solo de palabra, el feminismo hay que ejercerlo en nuestro día a día, en todos los ámbitos en los que actuamos. Sin grandes pretensiones y sin visos de adoctrinamientos pero con convicción.
El
objetivo de este trabajo era profundizar en el tratamiento no siempre responsable en materia de violencia de
género, ni coherente con su propio “Código Ético”, de un medio de ámbito nacional,
en este caso, la cadena de televisión generalista Telecinco.
En
torno a la serie documental Rocío, Contar
la Verdad para Seguir Viva, emitida en 2021, se produjo una polarización
social que llegó a todos los estamentos sociales, sin diferenciación de edad, educacional
o de estatus y también la demanda de los espectadores al medio así como grandes
desencuentros entre profesionales del periodismo.
Rocío Carrasco,
en la serie documental, tras veinticinco años de silencio, narraba sus
vivencias en las que hacía constar su condición de víctima de violencia
filio-parental, violencia de género y otras insertas en esta como son la
violencia psicológica y la violencia vicaria; así como la violencia
institucional y la violencia mediática.
La
polémica y el cuestionamiento a la cadena de televisión parten del
comportamiento poco coherente y errático de la misma al permitir que varios de
sus programas, a través de sus presentadores, periodistas y colaboradores,
emitieran juicios de valor en los que se cuestionaba a la víctima e incluso se
negaba esta condición de victimario y se llegaban a poner en duda las distintas
sentencias judiciales.
La
fuerza y repercusión que puede tener el testimonio de un personaje relevante al
hacer público un problema o apoyar campañas de concienciación social es
incuestionable. Poseen millones de seguidores y disponen de los medios para
llegar a un gran sector poblacional a través de una entrevista, la televisión o
sus RRSS. En muchas ocasiones estas personalidades del mundo de la cultura, el
deporte, el cine, la canción o la
televisión han ayudado a dar visibilidad a temas como la explotación infantil,
xenofobia, bullying, sexismo, violencia, hambrunas, investigación y otros
muchos temas de calado social.
En
el caso de la serie documental ofrecida por Telecinco, esta alcanzó unas
audiencias estratosféricas, tres millones y medio de espectadores, con un 33,2%
de audiencia y casi cinco millones y medios de espectadores en su minuto de
oro. Fue tal la repercusión y el impacto que las cifras de llamadas al teléfono
016 de atención a las víctimas de VG aumentaron un 42% en los días siguientes a
la emisión y durante los meses que se mantuvo en antena. Podríamos afirmar que
la emisión de la docuserie ha sido, sin pretenderlo en origen, la mejor campaña
contra el machismo y la violencia de género que se ha llevado a cabo en nuestro
país en los últimos años, superando a cualquier campaña institucional.
La
serie documental, producida por La Fábrica de la Tele y dirigida por Anais Peces, cierto es que contó con un impecable formato.
La serie documental parte con temática inédita en la cadena Telecinco,
muchos detalles fueron tenidos en cuenta y denota el esfuerzo de la dirección, que no regateó a la hora de
mostrar al público que todos los hechos contados por la protagonista habían
sido contrastados y documentados.
Por
otro lado, en los debates que se llevaban a cabo posteriormente a la emisión de
cada episodio en el que participaban periodistas y colaboradores especializados
en corazón, siempre contaron con la presencia de profesionales de la abogacía,
psicología o expertas en violencia de género con el fin de ratificar o corregir, en su caso, cualquier tipo de
declaración no precisa o incorrecta que pudieran alegar los periodistas
presentes en el debate. Para el espectador, muchos términos jurídicos o
específicos en materia de violencia de género pueden ser complejos y los
responsables del programa vieron la necesidad de aportar una función didáctica
que ha sido reconocida y bien estimada por todos aquellos que siguieron la
serie documental.
Muchas víctimas se vieron reflejadas en las
vivencias de la protagonista, Rocío
Carrasco. Otras muchas mujeres posteriormente se atreverían a dar a conocer
su condición de víctimas, otras vieron cierta similitud entre las situaciones narradas por Rocío y otras
reconocerían a sus maltratadores en los comportamientos relatados. Cientos de
agradecimientos y de testimonios de
víctimas recorrerían las RRSS durante los tres meses que duró la emisión de la docuserie.
De este modo, Rocío Carrasco se
convierte en referente nacional de las víctimas de violencia de género.
Periódicos
de tirada nacional, revistas, emisoras de radio, digitales, informativos y
programas de televisión, inmediatamente se hicieron eco del impactante
testimonio de Rocío Carrasco y en
pocas horas el mundo informativo se inundó de titulares y artículos en los que
recogían la condición de víctima de Rocío. Horas y horas de artículos, de
tertulias radiofónicas y de programas de televisión se hacían eco del
impactante relato que Rocío, después de años de silencio, había expuesto ante
todo el país.
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