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Telecinco falló a Rocío Carrasco y a los espectadores

Marián Lozano
@marian65x 

Telecinco es una de las cadenas de televisión que actualmente cuenta con más programas que dentro de su formato tienen espacios dedicados a la actualidad y al mundo del corazón. Todos ellos acapararon y dedicaron una ingente cantidad de horas para relatar, comentar y especular sobre todo lo relacionado con los hechos narrados por la protagonista de la docuserie Rocío, contar la verdad para seguir viva, Rocío Carrasco. Pero parte de la sociedad no llegó a comprender que, apenas unas horas más tarde de su emisión, esos programas de la misma cadena banalizaran con grandes dosis de frivolidad y cuestionaran a la protagonista, a pesar del  impactante y duro testimonio, sin saber diferenciar entre el personaje popular y la víctima de violencia de género. Algunos colaboradores no tuvieron ningún reparo en poner sinónimos a la violencia de género, tales  como “desavenencias entre una pareja rota”, negaron una sentencia judicial de violencia filio-parental, minimizaron los efectos del maltrato psicológico, obviaron los informes psicosociales de los juzgados y pusieron en duda un intento autolítico, incluso dudando del número de pastillas que había ingerido y venían reflejadlos en los informes médicos.

Rocío Carrasco, en un "Deluxe" / Telecinco

Otros, desmintieron años de terapia para superar  un proceso ansioso depresivo como consecuencia de las secuelas producidas por  el acoso imparable  de su ex pareja y por la presión social suscitada dada  la imagen de mala madre que este había vendido a los espectadores y lectores durante años. En consecuencia, algunos periodistas jugaron a psicólogos o expertos en violencia de género.

Conscientes o no del alcance de sus alegaciones, estos periodistas o comunicadores, de alguna manera, al cuestionar el testimonio de una víctima, están negando a muchas otras víctimas que han vivido las mismas experiencias.  Revictimizando a  todas aquellas mujeres que, como Rocío Carrasco, han vivido silenciadas y han sido víctimas durante años con el desconocimiento de su entorno. Estos tertulianos hacen dudar a parte de los espectadores de la veracidad de los hechos. Cuestionan a todas las mujeres que deciden denunciar y se encuentran con las dificultades de los largos procesos judiciales. En definitiva, se las somete a escarnio público.

Decía Maqueda Abreu que “de ahí también que el problema del maltrato permanezca en la privacidad, como un secreto, un tabú que no debe salir del ámbito doméstico y que el propio grupo debe resolver sin la intervención de terceros ajenos al conflicto, fomentándose así, como con razón se afirma, uno de los prejuicios culturales que en mayor medida han obstaculizado la persecución de la violencia de género”, que sigue siendo en la actualidad para muchos “un delito invisible”.

La serie documental, gracias a una gran hemeroteca que se ha formado a lo largo de los años, dada la cantidad de declaraciones que el padre de los hijos de Rocío Carrasco hacía en los programas en los  que colaboraba o en aquellos en los que era invitado para conceder entrevistas, demostró a cuánta humillación pública y a cuánta injuria fue sometida Rocío Carrasco y cuántas acusaciones inciertas se habían vertido sobre ella. Acusaciones a las que periodistas y colaboradores, durante todos estos años, dieron pábulo sin llegar a contrastar y colaborando de alguna manera en acrecentar el daño causado por el que Rocío ahora públicamente califica como su “verdugo”, haciendo referencia a su expareja. De poco o nada  sirve que se hable con expertos de violencia de género y se muestre un documento testimonial en un programa en prime-time si en el siguiente cuestionan y menosprecian a las víctima.

Vienen muy bien en este punto las palabras de Ana Bernal Triviño en uno de sus artículos en El Periódico, en el que dice: “El lenguaje puede terminar por destruir a una víctima y dificultar su proceso de recuperación hasta transformarse en una superviviente. Se monetiza el tema, se rentabiliza, se quiere hacer caja con ese drama, en lugar de crear una conciencia social para evitar futuros casos y ayudar a esa víctima. Hay determinados medios de comunicación que contribuyen a que se produzca un efecto disuasorio y que lleve a muchas mujeres a no contar sus agresiones o situaciones, o que incluso lleguen a no denunciar”. Tratar con tal ligereza un asunto de violencia de género, minimizar sus consecuencias, cuestionar una sentencia, desacreditar a la víctima  e incluso responsabilizarla y culparla de provocar al maltratador son formas de revictimización. Actitudes inadmisibles, más si se produce a través de un medio de cobertura nacional como es el caso de la cadena Telecinco.

De todos es sabida la importancia del rol que ejercen los medios de comunicación como transmisores de normativas, novedades o noticias en materia de género, igualdad o violencia de género. Los medios, generalmente, son el único canal del que dispone una mayoría de ciudadanos para obtener información que se difunde exclusivamente por otros canales de más difícil acceso para un determinado sector poblacional analógico. Por esto los medios no pueden ser neutrales.

Podíamos decir que hay un antes y un después en el tratamiento de la violencia de género en los medios de comunicación desde el caso Ana Orantes, que fue asesinada por su marido en el año 1997, trece días después de haber intervenido en un programa de televisión contando su experiencia de malos tratos por parte de su marido.  Su brutal asesinato generó por primera vez en la sociedad una toma de conciencia unánime sobre un grave problema social, la violencia que sufrían las mujeres a manos de sus maltratadores.           

Pero no es hasta la entrada en vigor de La Ley Integral contra la violencia de género de 2004 por la que se establece en su Artículo 13 que desde la Administraciones se velará por el papel de los medios de comunicación en cuanto a protección y salvaguarda de los derechos fundamentales, con especial atención a la erradicación de conductas favorecedoras de situaciones de desigualdad de las mujeres en todos los medios de comunicación social, de acuerdo con la legislación vigente. Igualmente la Ley 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres, incide en la necesidad de que los medios de comunicación promuevan acuerdos de regulación que contribuyan al cumplimiento de la legislación.

En 2004, el Gobierno y las principales cadenas de Televisión -Telecinco, Antena 3 y Radio Televisión Española- firman el “Acuerdo para el fomento de la autorregulación sobre contenidos televisivos e infancia”. No obstante, ya en 2002 el Instituto de la Mujer, junto con RTVE, elaboró  el “Manual de Urgencia y tratamiento informativo sobre la violencia contra las mujeres”, un manual de estilo con el que se pretendió  informar en materia de violencia de género y que adoptarían otras cadenas como Telecinco, Antena 3 y Canal+.

El tratamiento de la información y el compromiso de los medios va cambiando sustancialmente en la dos décadas de este nuevo siglo.  De informar sobre los asesinatos de las víctimas de violencia de género como simples hechos de sucesos, violencia doméstica, crímenes pasionales o enajenación por celos, hoy en día no se  esconde la verdadera condición de estos crímenes ni se dulcifican con eufemismos. Pero lamentablemente podemos afirmar que todavía no se ha alcanzado el objetivo de que la totalidad de los medios utilicen los términos correctos: asesinatos machistas o feminicidios.

Sin perjuicio de esto, a lo largo de los años se han sucedido situaciones inadmisibles y denunciadas por la audiencia y organizaciones ante los órganos competentes, actualmente la Comisión Nacional de Mercados y la Competencia (CNMC), que es el  órgano encargado de supervisar la adecuación de los contenidos audiovisuales con el ordenamiento vigente y los códigos de autorregulación en los términos establecidos en el artículo 9 de la Ley 7/2010, de 31 de marzo.

Mediaset y Telecinco no han estado libres de polémica. En mayo de 2022, la Asociación de Periodistas por la Igualdad y un gran número de espectadores indignados solicitan la cancelación del programa Viva la vida por haber dado voz a Ramón Santiago, el asesino de la joven Sandra Palop, que fue brutalmente asesinada, quemada y atropellada por una manada de asesinos. Ese día, el programa llegó incluso a dar la posibilidad  a Ramón Santiago de promocionarse profesionalmente en su faceta de cantante. Todo esto sucedió estando presente en el plató la madre de la víctima, María del Mar Bermúdez.

El  20 de enero de 2022, Paz Padilla, en el programa Sálvame, en el que actuaba como conductora, envió un peligroso mensaje a la audiencia sobre violencia machista cuando afirmó que “el amor todo lo puede” en un contexto en el que se estaba valorando la negativa de una víctima de maltrato filio-parental, en este caso Rocío Carrasco, a reunirse con su maltratador. La presentadora incluso llegó a decir que ella los encerraría juntos en una habitación para que solventaran sus diferencias, dando a entender que las víctimas lo deben perdonar todo. Las redes sociales se llenaron de mensajes en los que se pedía el cese inmediato de la presentadora. Diarios de ámbito nacional recogieron el incidente. Meses más tarde la presentadora sería despedida del programa por otras afirmaciones también polémicas respecto a otros temas.

Continuando hablando de hechos que han vulnerado los derechos de las víctimas, quizás el más escandaloso que afectó a Telecinco fue el caso “La Noria”. En octubre de 2011, el  programa del mismo nombre entrevistó a la madre de El Cuco, uno de los implicados en el asesinato y desaparición de Marta del Castillo, habiéndole abonado la productora 9.000 por su intervención. Fueron el bloguero Pablo Herreros y un ejército de seguidores en Twitter los que iniciaron una campaña en la que solicitaban a las marcas anunciantes que retiraran su publicidad del programa, y así sucedió. La fuga de anunciantes obligó a la cadena a retirar el programa de su emisión. Telecinco reconoció su error en días posteriores.

En el caso que estamos tratando,  el de Rocío Carrasco,  los usuarios de RRSS, durante más de veinte meses, se han convertido en vigías de los programas de Telecinco en los que se manejaban informaciones relacionadas sobre su relato, denunciando sin descanso cualquier situación que pudiera atentar contra la imagen de las víctimas, actitudes machistas o poner en cuestión la existencia de violencia de género en nuestra sociedad.

En cuanto al papel de los profesionales del medio, más concretamente aquellos periodistas que forman parte de tertulias y programas del corazón, no podemos olvidar que ellos, aún tratando temas en ocasiones banales, tienen una responsabilidad a la hora de informar en atención a su código deontológico y las recomendaciones propias en materia de igualdad y violencia de género.

El tratamiento informativo sobre asuntos en los que confluyen actos de violencia de género cambia mucho cuando se trata desde un informativo a cuando se aborda desde los llamados programas de corazón o magazines matutinos, en los que tertulianos y periodistas se convierten en opinadores de cualquier tema que se les proponga. El desconocimiento de la Ley de Igualdad entre hombres y mujeres o la realidad de la violencia de género en nuestro país no exime de responsabilidad al profesional o al medio. Existen herramientas para la formación que deberían manejar todos los  profesionales de los medios.

Trasmitir una imagen relajada del grave  problema que acucia a nuestra sociedad, en el que miles de mujeres viven aterrorizadas por los malos tratos, ya sean físicos o psíquicos, a manos de sus parejas, es de una irresponsabilidad tremenda. Una media de  cincuenta mujeres son asesinadas anualmente y más de mil cien desde que se estableció un registro. Los medios sin imprescindibles en la lucha contra la violencia de género. Algunos de los programas llamados del corazón que se emiten en Telencinco,  de alguna manera están ayudando a perpetuar comportamientos contrarios a los que se proponen en las políticas que se desarrollan desde las Administraciones para concienciar y erradicar la violencia machista.

No se nos puede escapar el también llamado movimiento “negacionista”, ligado a la ultraderecha española, que, como tal indica el término, niega la existencia de violencia machista en nuestra sociedad y equipara los crímenes a cualquier otro tipo de violencia como puede ser la cometida por psicópatas o delincuentes. Movimiento al que, por lo observado, algunos profesionales de la comunicación se sienten cercanos y aprovechan el medio en el que desarrollan su labor profesional para vender sin pudor el discurso negacionista.

La falta de veracidad o las imprecisiones en la interpretación de hechos o un vocabulario inadecuado en el abordaje de estas materias, cuando el periodista o colaborador se está dirigiendo a una audiencia importarte, puede causar un daño irreparable no solo a la víctima sino al conjunto de la sociedad, y especialmente, a todas las mujeres que son o han sido víctimas de violencia de género. La formación -junto a una legislación y políticas  específicas- es la única fórmula hasta ahora conocida que tenemos para erradicar la violencia de género, y es por ello por lo que los profesionales del periodismo o comunicadores deben obtener la cualificación suficiente para tratar un tema tan sensible socialmente.

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