Telecinco
es una de las cadenas de televisión que actualmente cuenta con más programas
que dentro de su formato tienen espacios dedicados a la actualidad y al mundo
del corazón. Todos ellos acapararon y dedicaron una ingente cantidad de horas
para relatar, comentar y especular sobre todo lo relacionado con los hechos
narrados por la protagonista de la docuserie Rocío, contar la verdad para seguir viva, Rocío Carrasco. Pero parte de la sociedad no llegó a comprender que,
apenas unas horas más tarde de su emisión, esos programas de la misma cadena banalizaran
con grandes dosis de frivolidad y cuestionaran a la protagonista, a pesar
del impactante y duro testimonio, sin
saber diferenciar entre el personaje popular y la víctima de violencia de
género. Algunos colaboradores no tuvieron ningún reparo en poner sinónimos a la
violencia de género, tales como
“desavenencias entre una pareja rota”, negaron una sentencia judicial de
violencia filio-parental, minimizaron los efectos del maltrato psicológico,
obviaron los informes psicosociales de los juzgados y pusieron en duda un
intento autolítico, incluso dudando del número de pastillas que había ingerido
y venían reflejadlos en los informes médicos.
Rocío Carrasco, en un "Deluxe" / Telecinco |
Otros,
desmintieron años de terapia para superar
un proceso ansioso depresivo como consecuencia de las secuelas
producidas por el acoso imparable de su ex pareja y por la presión social
suscitada dada la imagen de mala madre
que este había vendido a los espectadores y lectores durante años. En
consecuencia, algunos periodistas jugaron a psicólogos o expertos en violencia
de género.
Conscientes
o no del alcance de sus alegaciones, estos periodistas o comunicadores, de
alguna manera, al cuestionar el testimonio de una víctima, están negando a
muchas otras víctimas que han vivido las mismas experiencias. Revictimizando a todas aquellas mujeres que, como Rocío Carrasco, han vivido silenciadas
y han sido víctimas durante años con el desconocimiento de su entorno. Estos
tertulianos hacen dudar a parte de los espectadores de la veracidad de los
hechos. Cuestionan a todas las mujeres que deciden denunciar y se encuentran
con las dificultades de los largos procesos judiciales. En definitiva, se las
somete a escarnio público.
Decía
Maqueda Abreu que “de ahí también
que el problema del maltrato permanezca en la privacidad, como un secreto, un
tabú que no debe salir del ámbito doméstico y que el propio grupo debe resolver
sin la intervención de terceros ajenos al conflicto, fomentándose así, como con
razón se afirma, uno de los prejuicios culturales que en mayor medida han
obstaculizado la persecución de la violencia de género”, que sigue siendo en la
actualidad para muchos “un delito invisible”.
La
serie documental, gracias a una gran hemeroteca que se ha formado a lo largo de
los años, dada la cantidad de declaraciones que el padre de los hijos de Rocío Carrasco hacía en los programas
en los que colaboraba o en aquellos en
los que era invitado para conceder entrevistas, demostró a cuánta humillación
pública y a cuánta injuria fue sometida Rocío
Carrasco y cuántas acusaciones inciertas se habían vertido sobre ella.
Acusaciones a las que periodistas y colaboradores, durante todos estos años,
dieron pábulo sin llegar a contrastar y colaborando de alguna manera en
acrecentar el daño causado por el que Rocío ahora públicamente califica como su
“verdugo”, haciendo referencia a su expareja. De poco o nada sirve que se hable con expertos de violencia
de género y se muestre un documento testimonial en un programa en prime-time si en el siguiente
cuestionan y menosprecian a las víctima.
Vienen muy
bien en este punto las palabras de Ana
Bernal Triviño en uno de sus artículos en El Periódico, en el que dice: “El lenguaje puede terminar por
destruir a una víctima y dificultar su proceso de recuperación hasta
transformarse en una superviviente. Se monetiza el tema, se rentabiliza, se
quiere hacer caja con ese drama, en lugar de crear una conciencia social para
evitar futuros casos y ayudar a esa víctima. Hay determinados medios de
comunicación que contribuyen a que se produzca un efecto disuasorio y que lleve
a muchas mujeres a no contar sus agresiones o situaciones, o que incluso
lleguen a no denunciar”. Tratar con tal ligereza un asunto de violencia de género,
minimizar sus consecuencias, cuestionar una sentencia, desacreditar a la
víctima e incluso responsabilizarla y
culparla de provocar al maltratador son formas de revictimización. Actitudes
inadmisibles, más si se produce a través de un medio de cobertura nacional como
es el caso de la cadena Telecinco.
De
todos es sabida la importancia del rol que ejercen los medios de comunicación
como transmisores de normativas, novedades o noticias en materia de género,
igualdad o violencia de género. Los medios, generalmente, son el único canal
del que dispone una mayoría de ciudadanos para obtener información que se
difunde exclusivamente por otros canales de más difícil acceso para un
determinado sector poblacional analógico. Por esto los medios no pueden ser
neutrales.
Podíamos
decir que hay un antes y un después en el tratamiento de la violencia de género
en los medios de comunicación desde el caso Ana Orantes, que fue asesinada por
su marido en el año 1997, trece días después de haber intervenido en un
programa de televisión contando su experiencia de malos tratos por parte de su
marido. Su brutal asesinato generó por
primera vez en la sociedad una toma de conciencia unánime sobre un grave
problema social, la violencia que sufrían las mujeres a manos de sus
maltratadores.
Pero
no es hasta la entrada en vigor de La Ley Integral contra la violencia de
género de 2004 por la que se establece en su Artículo 13 que desde la Administraciones se velará
por el papel de los medios de comunicación en cuanto a protección y salvaguarda
de los derechos fundamentales, con especial atención a la erradicación de
conductas favorecedoras de situaciones de desigualdad de las mujeres en todos
los medios de comunicación social, de acuerdo con la legislación vigente. Igualmente
la Ley 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres,
incide en la necesidad de que los medios de comunicación promuevan acuerdos de
regulación que contribuyan al cumplimiento de la legislación.
En
2004, el Gobierno y las principales cadenas de Televisión -Telecinco, Antena 3
y Radio Televisión Española- firman el “Acuerdo para el fomento de la
autorregulación sobre contenidos televisivos e infancia”. No obstante, ya en
2002 el Instituto de la Mujer, junto con RTVE, elaboró el “Manual de Urgencia y tratamiento
informativo sobre la violencia contra las mujeres”, un manual de estilo con el
que se pretendió informar en materia de
violencia de género y que adoptarían otras cadenas como Telecinco, Antena 3 y
Canal+.
El
tratamiento de la información y el compromiso de los medios va cambiando
sustancialmente en la dos décadas de este nuevo siglo. De informar sobre los asesinatos de las
víctimas de violencia de género como simples hechos de sucesos, violencia
doméstica, crímenes pasionales o enajenación por celos, hoy en día no se esconde la verdadera condición de estos
crímenes ni se dulcifican con eufemismos. Pero lamentablemente podemos afirmar
que todavía no se ha alcanzado el objetivo de que la totalidad de los medios
utilicen los términos correctos: asesinatos machistas o feminicidios.
Sin
perjuicio de esto, a lo largo de los años se han sucedido situaciones
inadmisibles y denunciadas por la audiencia y organizaciones ante los órganos
competentes, actualmente la Comisión Nacional de Mercados y la Competencia (CNMC), que
es el órgano encargado de supervisar la adecuación
de los contenidos audiovisuales con el ordenamiento vigente y los códigos de
autorregulación en los términos establecidos en el artículo 9 de la Ley 7/2010,
de 31 de marzo.
Mediaset y
Telecinco no han estado libres de polémica. En mayo de 2022, la Asociación de
Periodistas por la Igualdad y un gran número de espectadores indignados
solicitan la cancelación del programa Viva
la vida por haber dado voz a Ramón
Santiago, el asesino de la joven Sandra
Palop, que fue brutalmente asesinada, quemada y atropellada por una manada
de asesinos. Ese día, el programa llegó incluso a dar la posibilidad a Ramón
Santiago de promocionarse profesionalmente en su faceta de cantante. Todo
esto sucedió estando presente en el plató la madre de la víctima, María del Mar Bermúdez.
El 20 de enero de 2022, Paz Padilla, en el programa Sálvame,
en el que actuaba como conductora, envió un peligroso mensaje a la audiencia
sobre violencia machista cuando afirmó que “el amor todo lo puede” en un
contexto en el que se estaba valorando la negativa de una víctima de maltrato
filio-parental, en este caso Rocío
Carrasco, a reunirse con su maltratador. La presentadora incluso llegó a
decir que ella los encerraría juntos en una habitación para que solventaran sus
diferencias, dando a entender que las víctimas lo deben perdonar todo. Las
redes sociales se llenaron de mensajes en los que se pedía el cese inmediato de
la presentadora. Diarios de ámbito nacional recogieron el incidente. Meses más
tarde la presentadora sería despedida del programa por otras afirmaciones
también polémicas respecto a otros temas.
Continuando
hablando de hechos que han vulnerado los derechos de las víctimas, quizás el
más escandaloso que afectó a Telecinco fue el caso “La Noria”. En octubre de
2011, el programa del mismo nombre
entrevistó a la madre de El Cuco, uno
de los implicados en el asesinato y desaparición de Marta del Castillo, habiéndole abonado la productora 9.000 por su
intervención. Fueron el bloguero Pablo Herreros
y un ejército de seguidores en Twitter los que iniciaron una campaña en la que
solicitaban a las marcas anunciantes que retiraran su publicidad del programa,
y así sucedió. La fuga de anunciantes obligó a la cadena a retirar el programa
de su emisión. Telecinco reconoció su error en días posteriores.
En el caso
que estamos tratando, el de Rocío Carrasco, los usuarios de RRSS, durante más de veinte
meses, se han convertido en vigías de los programas de Telecinco en los que se
manejaban informaciones relacionadas sobre su relato, denunciando sin descanso
cualquier situación que pudiera atentar contra la imagen de las víctimas,
actitudes machistas o poner en cuestión la existencia de violencia de género en
nuestra sociedad.
En
cuanto al papel de los profesionales del medio, más concretamente aquellos
periodistas que forman parte de tertulias y programas del corazón, no podemos
olvidar que ellos, aún tratando temas en ocasiones banales, tienen una
responsabilidad a la hora de informar en atención a su código deontológico y
las recomendaciones propias en materia de igualdad y violencia de género.
El
tratamiento informativo sobre asuntos en los que confluyen actos de violencia
de género cambia mucho cuando se trata desde un informativo a cuando se aborda
desde los llamados programas de corazón o magazines matutinos, en los que
tertulianos y periodistas se convierten en opinadores de cualquier tema que se
les proponga. El desconocimiento de la Ley de Igualdad entre hombres y mujeres
o la realidad de la violencia de género en nuestro país no exime de
responsabilidad al profesional o al medio. Existen herramientas para la
formación que deberían manejar todos los
profesionales de los medios.
Trasmitir
una imagen relajada del grave problema
que acucia a nuestra sociedad, en el que miles de mujeres viven aterrorizadas
por los malos tratos, ya sean físicos o psíquicos, a manos de sus parejas, es
de una irresponsabilidad tremenda. Una media de
cincuenta mujeres son asesinadas anualmente y más de mil cien desde que
se estableció un registro. Los medios sin imprescindibles en la lucha contra la
violencia de género. Algunos de los programas llamados del corazón que se
emiten en Telencinco, de alguna manera
están ayudando a perpetuar comportamientos contrarios a los que se proponen en
las políticas que se desarrollan desde las Administraciones para concienciar y
erradicar la violencia machista.
No
se nos puede escapar el también llamado movimiento “negacionista”, ligado a la ultraderecha española, que,
como tal indica el término, niega la existencia de violencia machista en
nuestra sociedad y equipara los crímenes a cualquier otro tipo de violencia como
puede ser la cometida por psicópatas o delincuentes. Movimiento al que, por lo
observado, algunos profesionales de la comunicación se sienten cercanos y
aprovechan el medio en el que desarrollan su labor profesional para vender sin
pudor el discurso negacionista.
La falta de veracidad o las imprecisiones en la interpretación de hechos o un vocabulario inadecuado en el abordaje de estas materias, cuando el periodista o colaborador se está dirigiendo a una audiencia importarte, puede causar un daño irreparable no solo a la víctima sino al conjunto de la sociedad, y especialmente, a todas las mujeres que son o han sido víctimas de violencia de género. La formación -junto a una legislación y políticas específicas- es la única fórmula hasta ahora conocida que tenemos para erradicar la violencia de género, y es por ello por lo que los profesionales del periodismo o comunicadores deben obtener la cualificación suficiente para tratar un tema tan sensible socialmente.
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