Era el año 2014. En Venezuela escaseaban
los alimentos, había cortes de luz y agua que duraban días, la inflación se
había disparado. Wileska Gamboa y su marido,
Nico, volvían desde Grecia, el país natal del ingeniero agrícola.
Decidieron regresar a Latinoamérica porque la crisis de 2008 hizo insostenible
la vida en aquella parte de Europa. No imaginaban que 6 meses después el país
que los acogió al otro lado del Atlántico con inmejorables condiciones
laborales también quebraría. Tuvieron que mudarse a Colombia con su bebé en los
brazos y unos años más tarde se establecieron en Almería por la oportunidad
laboral que ofrecieron al ingeniero.
La influencer Wileska Gamboa / La Voz |
Wileska nació en la zona petrolera de Venezuela, El Tigre, a los 9 años quedó huérfana de padre. Fue criada por sus abuelos porque su madre no tenía la suficiente economía para sacar adelante a sus cuatro hijos. “Había que pelear para conseguir la cena. Mi hermano y yo vendíamos helados artesanales sin que mi madre supiera para poder ganar nuestra comida”, dice la artista. A la edad de 13 años decidió emanciparse económicamente y comenzó a trabajar en un estudio de fotografía de una familia canaria asentada en Venezuela. Tomó a los migrantes españoles como ejemplos de vida, quería ser como ellos y viajar. Cuando tenía 18 años había ahorrado 600 dólares, el dinero suficiente para empezar en República Dominicana junto a una tía materna. Hoy se ríe con ironía al recordar la pequeña cantidad de dinero y su inocencia juvenil. En este país se graduó en Diseño Gráfico, costeaba sus estudios trabajando como azafata para patrocinios de marcas. Continuó su andanza hasta Trinidad y Tobago, unas islas paradisíacas en el Caribe, allí aprendió a hablar inglés y confiesa con una amplia sonrisa de orgullo que conoció a un griego muy guapo que se convertiría en su marido.
Hoy dice que solo tenía 22 años y no estaba preparada para casarse, pero Nico no estaba dispuesto a separase de ella, tenía que volver a Grecia a terminar su carrera como ingeniero, así que le pidió matrimonio a la venezolana. Cruzaron el charco, era la primera vez que Wileska viajaba a Europa, le pegó fuerte el invierno, estuvo ingresada por neumonía, extrañaba a su familia, el calor, el Caribe. Pero pronto aprendió griego y su gusto por la historia la llevó a explorar el país en coche junto a su suegro con quien formó un gran vínculo. La pareja permaneció en el país europeo dos años hasta que la crisis financiera de 2008 los forzó a migrar a Venezuela donde a Nico le ofrecieron un buen contrato de trabajo en la multinacional Monsanto.
Cuando murió Chávez en 2013 la crisis económica de Venezuela se recrudeció. Wileska y Nico esperaban a su primer hijo y tuvieron que abastecerse de pañales de diferentes tallas, leche o cualquier otra cosa que pudieran necesitar antes de que naciera su bebé. Los cortes de luz y agua duraban días, la inflación era tan alta que el suelo de Nico que al principio era muy alto después no alcanzaba para comprar nada. En esa situación Wileska quiso inmortalizar la mano de su hijo. La diseñadora se hizo con un par de sacos de esa pasta que los protésicos dentales utilizan para hacer los moldes de la boca. Posteó el precioso resultado en redes sociales, una reconocida artistas le hizo un encargo y ahí @BabyTaso comenzó a ser un éxito. Durante los fines de semana toda la familia se subía al coche y recorría Venezuela haciendo moldes de huellas por todo el país.
Pero la situación económica de Venezuela no dejaba de empeorar, la artista se sentía angustiada, no podía garantizar ni las medicinas para su hijo de un año si caía enfermo. Entonces se mudaron a Colombia por primera vez copiaron el trabajo de Wileska, sintió frustración, pero su creatividad la llevó a seguir reinventándose una y otra vez, hoy en día acumula más de 100 mil seguidores en Instagram.
La venezolana ha empezado de cero unas siete veces en menos de quince años y lejos de quejarse tiene la capacidad de seguir adelante. Me regaló una frase que guardo como consejo de sabia: “uno hace planes y Dios se ríe”. De todas las experiencias de haberse mudada tanto de país asegura que cada territorio tiene su cultura, su naturaleza, su encanto.
En la actualidad la familia lleva dos años establecida en Almería, Nico es ingeniero agrónomo y lo reclutaron para un buen puesto en el sector. La pareja ha comprado una casa en la provincia que ha reformado con sus propias manos. Wileska comparte el progreso de la obra, la reforma de la casa y sus dudas decorativas, como si las alfombras se dejan en verano en su cuenta de Instagram. “Mi hogar, aunque suena a cliché, es mi esposo y mi hijo”, concluye Wileska.
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