Quizá le iría mejor a nuestra provincia si en los escaños municipales hubiese más gestores y menos políticos; más espartanos y menos atenienses. Se ha instalado en los consistorios de todos los puntos ideológicos cardinales de Almería una suerte de temor reverencial a cobrar el precio real de los bienes y servicios que se prestan, por si se cabrea la concurrencia y se pierde cuota electoral.
Esta semana, Juanma Moreno apretó el botón negro de la desaladora y los almerienses capitalinos pasan a tener un agua de mejor calidad y garantizada. Eso implica aumentar el número de bastidores e incrementar el gasto energético, que Aqualia -evidentemente- no va a asumir, teniendo en cuenta que su ama, Fomento de Construcciones y Contratas (FCC), cotiza en Bolsa y se debe a sus accionistas y a un magnate mexicano llamado nada más y nada menos que Carlos Slim. Su obligación es ganar dinero y eso no es un pecado. Los accionistas de de esa empresa pública que se llama Ayuntamiento de Almería son los almerienses que, imagino, prefieren un ayuntamiento saneado antes que endeudado. Pero, de momento, una comisión de técnicos municipales analiza los costes de aumentar el agua desalada con respecto al agua de los pozos de Bernal, en el Poniente, como si hubiera mucho que pensar, como si esto fuera el parto de los montes de Exopo.
En el fondo, lo que late es el pánico a que aquel ‘tarifazo’ con el que martirizaron a Margarita Cobos vuelva a los titulares. Falta a veces entre los ediles valentía para decirle a sus munícipes que las cosas cuestan lo que cuestan y que eso es lo que hay que pagar: el agua desalada es más cara que la de pozo, igual que una botella de Möet vale más que la de sidra El Gaitero. ¡La cultura de la subvención, que tanto lastra a nuestros consistorios, que somos todos! Queremos ayuntamientos que mejoren la calidad de vida de los empadronados o queremos una asociación benéfica que ponga esparadrapos. Mejor sería mirar por eliminar gastos superfluos que seguro hay, desde Adra hasta Pulpí.
Lo mismo ocurre con el precio del agua desalada para el campo, que se cobra a un precio irreal de 0,45 céntimos el m3, cuando vale al menos, según los recibos de Acuamed, 1,50 euros. El resultado es una agricultura con una rentabilidad ficticia para el agricultor y eso es como hacerse uno mismo trampas al solitario.
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