María
Rosa Aránega (Almería, 1995), hija de agricultores, quiere reparar a las
víctimas de la represión. Su exposición “El silencio” se encuentra abierta hasta el 5
de noviembre en el Instituto de las Mujeres de Madrid. “En ella mapeo la violencia específica que sufrieron las mujeres de muchas maneras a partir del
golpe de Estado franquista. Interpretar en clave visual esto me parecía
especialmente necesario porque la violencia a las mujeres en contextos bélicos
y de represión política habitualmente pasa desapercibida. Cuando hablamos de
víctimas de la Guerra Civil pensamos en fosas comunes y en hombres fusilados
pero las mujeres sufrieron también más intensamente una violencia patriarcal
histórica que en estos años se intensifica y se legitima institucionalmente. Las
mujeres rapadas en cada pueblo de España, las mujeres con maridos represaliados
que tienen que sacar adelante a sus familias solas y sin ayudas, las mujeres
asesinadas por ser “familiares de” o por estar comprometidas con los valores
democráticos, las mujeres violadas y vejadas públicamente, las madres de bebés
robados, o las mujeres que fueron llevadas a campos de concentración nazis y
con las que hicieron verdaderas atrocidades en forma de experimentos
ginecológicos son también víctimas de una violencia muy normalizada,
increíblemente frecuente pero ignorada y difícil de rastrear por su falta de
pruebas físicas, documentales y visuales. Porque realmente se encuentran
enquistadas en la memoria”.
María José Aránega / Loa |
“También
tengo en estos momentos una exposición en Berlín Galería, en Sevilla, titulada
‘Como avanzar bajo el fuego enemigo’. Muchas de esas imágenes, están centradas
en Andalucía. Entre ellas se encuentra, por ejemplo, una imagen de un muro del
Zapillo, en Almería, del joven Javier Verdejo, que en 1976
intentó pintar “Pan trabajo y libertad”. Esa pintada se quedó a medio hacer porque fue perseguido por la Guardia Civil y Javier fue asesinado por la espalda. Su
crimen prácticamente quedó impune. Por eso para mí es importante crear espacios
que salten entre épocas para dar cuenta de que muchísimas de las violencias que
se desarrollaron en el franquismo han continuado más allá de la muerte del
dictador, porque no hubo ninguna depuración”.
Gérgal-Oria-Lúcar. María José vivió en Gérgal
hasta los ocho años. “La familia de mi padre es de la zona de Oria y Lúcar, aunque la mayoría de mi familia ahora mismo se concentra en Cúllar, Granada.
Los mejores recuerdos de mi infancia se concentran en Almería entre Gérgal y el
cortijo de El Chaparral, en Oria, donde vivían mis abuelos paternos. Toda mi
familia se ha dedicado al campo, mi padre era jornalero, pastor y algunos años
fue albañil. Mi madre trabajó varios años en los invernaderos cogiendo
tomates. Me parece importante narrar esto porque con este bagaje no
sé exactamente de dónde vino esta pulsión a hacia la creación artística porque
no he tenido contacto con la expresión artística hasta que empecé mi formación
universitaria. Pero sí que he tenido contacto con los abusos de poder, con la
explotación laboral y con el sacrificio que requiere el trabajo en el campo o
en la construcción. Almería es una zona que especialmente sabe de esto, con una
desigualdad y una violencia estructural terrible respecto a otras zonas de este
país y que influyeron tantísimo en la decisión de mis padres de irnos de allí.
Por eso en algunos trabajos me estoy focalizando en algunos de episodios de
Almería, porque creo que es una zona que es ignorada en muchos sentidos y de
una crudeza muy particular”.
“Fue
además en Almería donde comenzó mi primer contacto con el dibujo en el colegio
y desde entonces no he sido capaz de abandonarlo. El dibujo tiene un componente
social y simbólico con el tiempo y para con la violencia económica. es una
técnica muy democratizada y accesible, muy ligada a lo primigenio, al tiempo, a
la austeridad y a lo testimonial, con unas capacidades expresivas muy
inmediatas que ligan perfectamente con el objetivo de mi obra que viene a ser
el rescate y la materialización de relatos invisibilizados a través de lo
visual. De esta forma el dibujo me sirve para dar cuerpo e integrar en nuevas
lecturas imágenes que se encuentran en archivos digitalizados”.
“Para
mí, el arte es una herramienta de visibilizar y poner en circulación en el
debate público aquello que no es evidente o que está oculto. Por eso comencé a
interesar la memoria reciente de este país, lleno de violaciones de derechos
humanos sin resolver. Por eso comencé haciéndolo desde la brecha emocional que
dejó en mi familia. Me interesan mucho los conflictos actuales y por eso
entender la situación que se desencadenó desde el golpe de estado franquista y
de la que somos consecuencia es una forma de entender también a las víctimas de
otros conflictos y reconocer semejanzas y diferencias en la deriva de los
abusos de poder”.
“Elaborar el pasado reciente de este país no es hablar del pasado sino hablar del presente y de sus consecuencias. No creo para contentar a nadie y menos del mundillo artístico que en muchos casos tiene un componente elitista y endogámico. Creo para abrir ventanas a episodios y relatos invisibilizados y crear un puente entre pasado y presente, entre la calle y la creación y entre generaciones”.
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