Berto Molina, en El Confidencial:
Belén Esteban y Lydia Lozano son las indiscutibles protagonistas. Tienen
ganas de entretener y seguir haciendo televisión, algo que se nota. Saben de
qué va esto y basándose en los personajes que han creado gracias a llevar su
personalidad al límite, juegan y se dejan llevar. Se ponen a prueba en este
nuevo formato y ganan. Terelu, María y Víctor, aunque la trama de Nacho Polo
esté más que explotada y quizá ya no interesa demasiado, también suman
considerablemente al espectáculo.
En la otra cara de la moneda están Kiko Hernández y Kiko Matamoros, sin ninguna duda la gran decepción. El primero está en segundo plano al nivel de Chelo García Cortés, que tampoco destaca demasiado. El exconcursante de Gran hermano no llega a brillar por sí mismo, convirtiéndose en un elemento prescindible y dejando pasar algunas oportunidades que tiene para lucirse. Matamoros sí da algo más de juego al agitar la aventura, pero tampoco ofrece grandes momentos ni se le ve del todo involucrado en la esencia de este nuevo producto para televisión.
Sofía López, en esDiario:
Su agudeza retrotrae al espectador
al show diario extinto, donde el conflicto recurrente está servido, con hechos
cotidianos como la emotividad a flor de piel de Lydia Lozano o la expresividad y contagiosa ilusión de Belén Esteban, todo ello en una coctelera a la que se suma el
choque cultural
Valentina Vera, en Diez Minutos:
Las expectativas eran muy altas y se han cumplido.
Aunque no se ha situado entre los diez contenidos más
vistos de la plataforma online en sus primeras doce horas tras el estreno. Su
público más fiel se ha rendido a ellos a través de las redes sociales donde ha
recibido grandes halagos.
Marián Lozano, en La Opinión de Almería:
Si alguien esperaba más del show,
algo imposible porque dada las primeras reacciones ha superado cualquier
expectativa, es que no entiende la televisión y por supuesto desconoce
totalmente el universo Sálvame y a la audiencia de Sálvame.
Porque el público del carismático predecesor de Sálvese quien pueda,
precisamente no busca ninguna propuesta extravagante o un formato
extremadamente novedoso. Lo que el fiel seguidor de Sálvame espera
es volver a disfrutar de la bendita locura del programa a través de la puesta
en escena y de las tramas generadas por los protagonistas que son el único y
principal ingrediente que da forma al programa y engancha al espectador.
Ángeles Caballero, en El País
Los tres primeros episodios son un ejemplo casi
perfecto de lo que hay que meter en un reality ambientado en Florida. Todos los colores posibles
reunidos en un vestido, gafas de sol enormes y siempre puestas en interiores.
Extensiones, pestañas postizas, rellenos faciales luchando contra la flacidez,
injertos capilares, toxina botulínica y ácido hialurónico en cantidades
industriales. Logos bien visibles, tatuajes, muchos tatuajes. Gimnasio y
quirófano. Edificios grandilocuentes, coches gigantes y contaminantes. ¿Dónde
iban a parar los colaboradores de Sálvame si no es a Miami Beach? Es su ecosistema, su santa
sede, su líquido amniótico. Fantasía, eso sí, para los muy cafeteros.
El programa se goza, se ríe y se llora si es usted de
esas personas que ha visto a sus protagonistas mucho más que a algunos miembros
de su familia. Si sabe, por ejemplo, de la facilidad de Lydia Lozano para el
llanto, de que los dos Kikos unidos jamás serán vencidos, de que a Chelo García
Cortés se le acusa de pasividad y se le llama Chelordomo por su actitud servil
con Isabel Pantoja en una edición de Supervivientes. Si sabe que
Terelu tiene fama de altiva, que Patiño fue a Miami como dueña de dos
chinchillas y se le acaba de morir una. Si llora de risa cuando Belén le dice a
María en medio de una fiesta a bordo de un yate: “Se llama José Luis, ¿no? Que
no le quiero llamar El Puma”.
Tan maravilloso como indescriptible. Es muy playa.
Laura Pérez, en El Diario:
Vistos los tres episodios de los que consta la primera parte, ubicada en Miami,
podemos concluir que Sálvese quien pueda traslada a un nuevo formato la esencia de Sálvame, aquella que le otorgan sus protagonistas y sus
ya conocidas riñas internas. Sin embargo, encalla en un inicio poco espontáneo y demasiado regido por una dinámica que no es más que
una excusa para provocar roces entre ocho animales televisivos que no necesitan
coartadas para lanzarse a degüello a por sus amigos o enemigos íntimos.
Juan Arcones, en El Televisero:
Si
hay algo que destacar de ‘¡Sálvese quien pueda!’ es su humor, y cómo saben
reírse de ellos mismos continuamente. Aunque algunos se tomen demasiado en serio (no
miramos a nadie, pero Terelu o Kiko Matamoros estarían en esta lista), al final
saben a lo que están, a lo que han venido, y juegan continuamente a favor del
espectáculo.
Recuperan los primeros años de ‘Sálvame’, ese surrealismo, ese humor absurdo, esos insultos velados (y no tan velados). Y esas situaciones dignas de un guión de 'Paquita Salas'. Es el ‘Sálvame’ que echábamos de menos y que sentenció al programa a bajas audiencias. Ellos lo saben y han venido a brillar… y a ser una fábrica continua de memes. El éxito está más que asegurado.
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