La política del insulto

Juan Antonio Lorenzo
Secretario General del PSOE de Almería

Ya eran conocidos los insultos de Vox, lo que no vimos venir es que el Partido Popular terminaría doblándole la apuesta al partido de Abascal para disputarse el primer puesto en la liga del más faltón. Sin embargo, de todo lo que hemos escuchado en estos últimos meses, lo que más me ha llamado la atención es la banalización que ha hecho Feijóo de la salud mental al decir que el presidente del Gobierno tiene un tic patológico.

Cuando miles de personas y sus familias intentan superar los estigmas que hoy todavía existen detrás de un trastorno o una enfermedad mental, el líder del PP se ríe en sus caras. El nivel de emponzoñamiento que destila la derecha no parece tener límites, pero sí consecuencias. Al listado de barbaridades que le escuchamos a Díaz Ayuso o a Almeida, un día sí y otro también, se han sumado las que suelta el nuevo portavoz del PP en el Congreso de los Diputados. El señor Tellado ha brillado con luz propia en estas últimas semanas defendiendo a capa y espada al acosador del ministro Óscar Puente o soltando auténticas burradas contra Pedro Sánchez, que serían más propias de una conversación de taberna que de quien va a tener en el PP una alta responsabilidad en la Cámara Baja.

En Fiñana se han repetido las elecciones del 28 de mayo en un clima igual de incendiario, con descalificaciones personales e informaciones falsas que los representantes de Vox han utilizado de manera sistemática para intentar descabalgar a Rafael Montes de la Alcaldía, pero no todo vale.

De este nivel de crispación que estamos viviendo nunca va a salir nada bueno, por eso es más necesario que nunca aislar las conductas de los intolerantes, por ahí hay que empezar. Sin embargo, el PP parece estar muy cómodo con Vox, hasta el punto de estar dispuesto a competir en ese lodazal de infamias que es la política del insulto como única estrategia. 

El Partido Popular y Vox son cómplices y complementarios en sus estrategias populistas y de bronca pura y dura, traspasando todas las líneas rojas verbales que terminan poniendo la piedra en la mano del descerebrado que la tira. De momento, los actos vandálicos se han repartido entre pedradas y pintadas contra las sedes del Partido Socialista. Confiemos en que la cosa se quede ahí, en eso solo. En todo caso, el nivel de crispación alimentado por la derecha y la ultraderecha tiene que concluir de manera inmediata para volver a la senda de la confrontación de ideas en las Cortes Generales, que es donde los representantes de los ciudadanos y ciudadanas, en lugar de dar lo peor de sí mismos, han de pasar del insulto al diálogo.

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