He terminado el año 2023 y es momento de hacer balance. Ha pasado
un año más en el que Almería sigue gobernada por el Partido Popular, tras la
decisión de los almerienses el 28 de mayo, y, a pesar de tener una nueva
alcaldesa electa, todo en la ciudad sigue en el mismo círculo de promesas
incumplidas del que tampoco la señora Vázquez sabe salir. Promesas que se
repiten una y otra vez, y que nunca se hacen realidad.
No hemos visto ni un ladrillo del más que publicitado proyecto
Puerto Ciudad, de la tantas veces anunciada transformación del Paseo, de la
urgentísima rehabilitación del edificio ‘El Patio’ de Pescadería o de ese
complejo deportivo de primer nivel en Costacabana. Las obras de urbanización
del barrio de Los Molinos siguen paralizadas sine die por la incompetencia del
PP en la gestión de los terrenos y nada se ha hecho del saneamiento en La
Almadraba y La Fabriquilla, que seguirán en 2024 con los pozos negros, a pesar
de las promesas del PP en el Ayuntamiento y en la Junta de Andalucía.
Pero, sin duda, 2023 pasará a la historia de la ciudad como el año del gran fraude de la alcaldesa a los almerienses. Teniendo todos los datos, todos los informes, conociendo de primera mano la situación económica del Ayuntamiento, prometió antes de las elecciones bajar los impuestos. Sin embargo, una de sus primeras decisiones, tras obtener el bastón de mando, fue subirnos el IBI. Lo peor es que los almerienses no percibimos que esa subida de impuestos mejore el mantenimiento de la ciudad. El PP opta por incrementar los impuestos como solución fácil a las demandas de las empresas por la prestación de unos servicios cada vez más deficitarios, cuando en la gestión hay margen para mejorar la recaudación, si el Ayuntamiento llevase un mayor control de las concesionarias, si redujera los gastos en postureo de la alcaldesa o si dejara de abusar de los reconocimientos extrajudiciales de crédito para propiciar la concurrencia de más empresas a los concursos municipales.
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