Hoy me encuentro con el corazón pesado,
pero también siento un profundo agradecimiento. Juan Martínez Simón fue una de esas almas que iluminan la
vida de todos los que tienen el privilegio de conocerlo. Quiero no solo honrar
su memoria, sino compartir las
lecciones y alegrías que su vida y compañía nos brindó.
Juan Martínez Simón / Ayuntamiento de Cartagena |
Recuerdo el día que lo conocí. Un viaje de
Murcia a Alicante, compartiendo conversación sobre mi incorporación al Gobierno
del que él era consejero de Economía y Hacienda y me proponía que me hiciera
cargo del Instituto de Fomento. Había que reactivar la economía de la Región y
también la de Cartagena, nada menos. Ya me había cruzado con él, en otras
ocasiones, en el Palacio de San Esteban y le recordaba vistiendo una chaqueta de
ante marrón, elegante, con prestancia y un carisma evidente, ostensible desde el
primer instante. Siempre estaba listo, con una sonrisa, una suave e incipiente
broma, siempre oportuna o una palabra de aliento que infundía ánimo.
Compartimos muchas páginas relevantes y vivimos aventuras, hoy de un libro de
cuentos, como un viaje a Bruselas en busca de recursos, que finalizó nada más
llegar al hall del hotel y vuelta a casa: el Gobierno regional le requería como presidente en funciones, porque el
titular había abandonado. Una auténtica tragedia, entonces. La superó
con solvencia.
En todo momento, Juan era no solo un compañero de sonrisas e ironía, sino un confidente y un sabio consejero
Estaba bragado en mil batallas, nada amistosas algunas e injustas otras,
en las que se dejó jirones de su propia vida. Algunos cercanos no se
comportaron como era de esperar, pero el devolvió ejemplar tolerancia, comprensión y buen talante. Pero le
curtieron el suyo. En todo momento, Juan era no solo un compañero de sonrisas e
ironía, sino un confidente y un sabio consejero. Había vivido en carne
propia la emigración. Había transitado el renacimiento de la democracia, desde
la audacia de la clandestinidad, asistiendo a los últimos estadios del
franquismo, cuando había que configurar un nuevo mundo para España, para
Murcia, para Cartagena. Empujó, impulsó, alentó el despertar de una nueva
sociedad que clamaba resurgir. Ahí estuvo, como uno de los grandes, configurando
el anhelado futuro, que hoy vivimos. No se si somos capaces de valorar lo que
hicieron nuestros mayores, como Juan. Por cierto, un aviso a las instituciones
u organizaciones, que guardan en el olvido a sus promotores: están muertas y el
tiempo les devolverá la misma moneda, aunque sus dirigentes no sean capaces de
visualizarlo hoy.
Discreto hasta el paroxismo, humilde en sus creencias, sobrio en sus costumbres, firme en su propósito. Transmitía sosiego, bonhomía y principios inalienables
Juan Martínez Simón, contribuyó a moldear
talante y talento y conjugar lo propio y lo ajeno, con acierto y tolerancia,
algo que ha matizado mi manera de ver el mundo. Su pasión por la ciencia y la
enseñanza y su ansia de comprender, aprender y enseñar, era contagiosa y
su determinación en ello, inquebrantable. A su lado, aprendí el valor de la
perseverancia, de la amistad y de vivir cada momento al máximo, con realismo,
sin falsas esperanzas, con altura de miras, con la convicción de la importancia
de los demás en nuestras vidas, con el valor de la amistad y la importancia del
compromiso. Su mirada transparente delataba una personalidad auténtica y
verdadera en lo que hacía, pensaba y proyectaba. Discreto hasta el paroxismo,
humilde en sus creencias, sobrio en sus costumbres, firme en su propósito.
Transmitía sosiego, bonhomía y principios inalienables.
Lector político
desapasionado, pero con principios fundamentales. Llevaba la
democracia por bandera y el respeto y la confianza en los demás por encima de
sus pretensiones personales. Su paso por las diferentes instancias de la
Administración y de la Política así lo acreditan. Supo estar y dejar de estar.
Entrega, trabajo y constancia. Del roce con él, solamente se ha podido
desprender un moldeo de personalidad que encamina a ser miembro de una sociedad
civilizada.
Nos enseñó la importancia de la amistad, la fuerza del espíritu humano (hasta el último instante de su vida, doy fe) y la capacidad de enfrentar desafíos con una sonrisa
No puedo negar
el dolor que su partida deja en mi corazón: a veces, la tristeza parece un
océano sin fin y la ausencia, un vacío imposible de llenar. Pero, en medio del
dolor, también encuentro consuelo en el recuerdo, en las sonrisas compartidas,
en los consejos que ahora resuenan con más fortaleza, Juan nos deja un legado
invaluable. Nos enseñó la importancia de la amistad, la fuerza del espíritu
humano (hasta el último instante de su vida, doy fe) y la capacidad de
enfrentar desafíos con una sonrisa. Su legado permanece en nosotros. Todos los
familiares y amigos que habéis vivido con el, tened conciencia plena que hemos
compartido la vida de un gran hombre, de una extraordinaria persona y de un
corazón y alma de los que dejan huella y marcan época.
Aunque decimos adiós a Juan Martínez Simón, su espíritu permanece con nosotros. Nos deja un camino iluminado por alegría, pasión por la vida y amor. En medio de la tristeza, encontramos esperanza y gratitud. Gracias, Juan, por cada momento, cada sonrisa, cada mirada y cada lección. Siempre serás un faro en nuestras vidas. Un socialista ejemplar.
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