El sonido de los flashes persiguiendo a la alcaldesa
ha sido la banda sonora de este primer año de la actual Corporación Municipal.
Atrás quedan aquellos tiempos en que los alcaldes caminaban de incógnito por
los barrios y se encerraban con los técnicos para buscar soluciones a los
problemas de la gente. El Partido Popular ha entregado las llaves del
Consistorio a determinadas empresas, que son las que controlan los servicios
municipales -plantillas incluidas-, y ha lanzado a la alcaldesa a ese carrusel
mediático en el que vive.
Mientras esto ocurre, la ciudad sigue igual de
sucia, el Centro Histórico más vacío que nunca, los autobuses con un servicio
cada vez más deficiente, no hay nada del archianunciado Proyecto Puerto-Ciudad
y seguimos sin saber qué se va a hacer con el Paseo.
A ello se suma la quiebra de su compromiso
electoral, con una drástica subida del IBI y del recibo del agua, a pesar de
haber prometido en campaña que no aumentaría la presión fiscal porque el dinero
donde mejor estaba era en el bolsillo de los ciudadanos.
Es decepcionante comprobar hasta qué punto una
ciudad dinámica y próspera como la nuestra, gracias al empuje de los
almerienses, tiene que soportar el lastre de este déficit de gestión, con un
Ayuntamiento que frena nuestro potencial de crecimiento. ¿Cómo sería Almería si
llegar al centro desde cualquier barrio no fuera una odisea, si contáramos con
viviendas a precios asequibles para todo tipo de familias o si cada barrio
dispusiera de su propio centro de formación para el empleo?
Si los almerienses podemos presumir de algo es de las inversiones del Gobierno de España y de los fondos europeos aprobados por Pedro Sánchez, con el voto en contra del PP en el Congreso. El único proyecto transformador de la ciudad va a llegar de la mano del Ejecutivo central con las obras del soterramiento del AVE, que, después de los retrasos impuestos por el PP, van a muy buen ritmo y supondrán un antes y un después para el desarrollo urbanístico, económico y social de Almería.
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