El 23 de abril, día de libros y rosas, el notorio dermatólogo Ramón Fernández Miranda irrumpió en el despacho de la delegada del Gobierno: “Eso no, Arancha, un edificio de oficinas con un invernadero donde Correos, no”. Forcejeó Ramón con la delegada, por unos minutos, con el sol incendiando las cortinas. 15 días después, el futuro Cubo o polo de investigación agrícola se marchó al PITA, donde debió ser concebido.
El solar de Correos / La Voz |
Ocurre a veces el milagro del pequeño triunfo de la sociedad civil y Ramón Fernández es, claro, sociedad civil, como Alfonso Rubí, Evaristo Martínez Salas, Javier Torres Orozco, junto a muchos otros, que pleitearon para abrir ese selecto espacio a la ciudad. Escribió la alcaldesa, María del Mar Vázquez, hace unos días que “gobernar es escuchar”. Ojalá lo interiorizaran a diario todos los gobernantes de esta provincia al lavarse los dientes. Porque las decisiones políticas no son infalibles, el poder no es infalible, por mucho que los que rodean a los que mandan no paren de aplaudir cada gesto, cada paso que da el dirigente.
Cuando se presentó el Smart Green Cube de la Junta en la Plaza Vieja en marzo de 2022, alguien lo pensó; pensó que era un proyecto imbatible. Pero no lo ha considerado así la ciudad, al menos una gran parte de la ciudad. Rectificar no es de sabios, es de tener sentido común. No pierde puntos quien, como Vázquez y Pacheco, lo hacen (rectificar): “Tiene más valor el que con calma; reconoce un error o disparate; que el que, su error por sostener, se bate; y por no desistir, se rompe el alma”, diría el clásico.
Cuando se inauguró el edificio de Correos en 1970, la prensa celebró ese edificio brutalista que venía a sustituir al caduco Colegio, obra de Cuartara; cuando se edificó el edificio Trino, se saludó como un canto a la modernidad. Almería está llena de cicatrices producidas por las rectificaciones. No pasa nada. Almería ha ganado una futura placita con una fuente, donde desearíamos que hubieran algunos árboles que dieran sombra, algún kiosco, un columpio y unos bancos de madera donde leer, mirar el paisaje o cogerse de la mano de alguien.
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