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El abogado Darío Fernández ya es Hijo Predilecto de Santa Fe de Mondújar

Antonio Torres
Periodista

El abogado de Caso Almería, Darío Fernández Álvarez, tiene desde el sábado una plaza con su nombre en Santa Fe de Mondújar, su pueblo natal. La alcaldesa, Trinidad Góngora Escámez, junto al subdelegado del Gobierno de España, José María Martín, y la representante de la Junta de Andalucía, la alhameña Dolores Martínez, presidieron el acto institucional de nombramiento como Hijo Predilecto, a título póstumo, de Darío Fernández Álvarez (Santa Fe de Mondújar, 1939-2021). 

Asistieron al acto familiares de Darío, como su viuda, Yolanda Pérez Tenefe, muy emocionada; María José, hija de Antonio, el hermano mayor de Darío, así como Francisco Javier Mañas, que tuvo unas palabras defendiendo la honradez del abogado, en nombre de la familia de Juan Mañas, de Pechina, una de las víctimas del Caso Almería.

Presentó el acto institucional la concejala Patricia Martínez que, además leyó unas palabras de Carlos Bachiller, una persona que viene colaborando con la familia Mañas desde hace tiempo en busca de reparación. Acertaron los organizadores con la intervención de la violinista Nadia Rudenko en un acto tan apropiado por el amor a la música de Dario, el abogado que ejerció de acusación particular, en defensa de las familias de los jóvenes Luis Montero García, Luis Cobo Mier y Juan Mañas Morales en el Caso Almería y que tantos y tantos problemas le ocasionaron como amenazas de muerte.

Darío pasó a la historia como el primer abogado que consiguió que guardias civiles se sentaran por vez primera en España en el banquillo de los acusados con ropa de paisano y no de militares. En el Barrio de la Estación se recluyó para preparar la acusación de los guardias civiles.  Ahí, recibió al maestro de periodistas el añorado Antonio Ramos que preparó su libro que dio lugar a una película. Trinidad Góngora recordó que Darío donó sus libros a la biblioteca y que en sus últimos años de vida se le veía pasear por todos los parajes desde el pueblo a Los Millares.

Yolanda Pérez, viuda de Darío Fernández, con la alcaldesa de Santa Fe, Trinidad Góngora / Rosa Ortiz

Autoridades y familiares asistentes al acto / Rosa Ortiz

Darío Fernández, defensor de los gitanos de Martos, también, es un referente al salvar a una persona de la última pena de muerte firmada en España por haber robado en una entidad de ahorros del Poniente almeriense.  Tuvo la deferencia de escribir en exclusiva, por petición de este periodista, varias reflexiones, una de ellas titulada Claves al aire para un libro que interesará al mundo de la justicia, el derecho, periodismo y que retrata a la sociedad de la Transición con datos inéditos. Cuando Miguel Gallego Roca, director de la Editorial de la Universidad de Almería, salve unos problemas burocráticos, verá la luz, antes de febrero de 2025, un trabajo que lleva el prólogo de Rafael Quirosa-Cheyrouze y Muñoz, actual decano de Humanidades de la Universidad de Almería. Darío Fernández confesó que después de visitarle varias veces para la elaboración del libro, no pudo conciliar el sueño por el estado emocional y nervioso que le provocó recordar aquel episodio, el estado de los cadáveres o la falta de respeto a las familias. No en vano era la persona que más conocía todo lo relacionado con aquellos infaustos días de mayo de 1981, no sólo por la documentación primaria a la que tuvo acceso como abogado de la acusación, sino también por el empeño personal, el compromiso con las familias y el pensamiento casi obsesivo con un suceso que le persiguió hasta el final de sus días: “Mi querido amigo”, escribió, “le trataré de usted por el respeto que conlleva su petición de abrir mis sentimientos al sedimento sepultado en mí subconsciente sobre las carencias que me corroen. Ahora, que se frisan los 40 años del triple crimen a varias bandas, esa nebulosa, cuasi cuarentenal, rozadora del tiempo, hace reflotar las imágenes vivas de las hirvientes interrogaciones en cuarentena de denunciable actualidad. Dado que me ha pedido ´un imposible` de comprimir en 30 líneas los arcanos de mis vivencias íntimas, cumplo con su solicitud bajo el previo acuerdo de no ir más allá de una somera pincelada a lo que sería una academia de vómitos, con eslabones dignos de aterrizajes solapados, hoy, bajo el olfato de periodistas de investigación. Bajo tan pungente sangría legal me permito ponerte en la senda de este cuadro: 1º ¿Son las leyes la expresión histórica de un pueblo? Contra ese valladar tuve que enfrentar mis exiguos recursos en la soledad más galopante y angustiosa en mi carrera de penalista. Me refiero a la impunidad ante la “obediencia debida y al “cumplimiento del deber”. 2º ¿Son los jueces y fiscales abejas independientes u ovejas del rebaño monolítico histórico del poder? Voy a esta magnitud. No hubo un sólo voto discrepante en ambas instancias. ¿Hay claudicación más escandalosa y espantosa de togados tras un crucifijo en su tarima? Así queda basculante la Justicia Crucificada. 3º ¿Qué hubiera sido del hito histórico del proceso enjuiciado bajo formato de jurado popular? Advierte esto: La voz del pueblo ante la Justicia es ¡Libre! Y en España se aparcó su entrada en vigor por obvias excusas de temor ancestral. Concluyo para que usted empiece. El caso sangra por múltiples heridas y mis silencios guardados son un homenaje a los tres inocentes masacrados bajo la apisonadora de leyes y oficiantes del y en el sistema. Mi consuelo: el pueblo dictó su sentencia y la Guardia Civil estrenó su alba con jóvenes generaciones sin temores al ¡mando! Entretanto, te confieso: llevo como una losa el dulce calvario de sentirme el ¡CUARTO MUERTO… ASESINADO! Darío Fernández acabó detestando la toga. El desgaste profesional, emocional, y hasta físico, fue enorme, hasta el punto incluso de tener que recluirse para preservar su propia integridad. Amó la cultura anglosajona respecto al Derecho con un carácter fuerte para combatir las injusticias.  Profesionales como el abogado Fernández Álvarez son más necesarias que nunca para una sociedad hiperconectada, rodeada de pantallas, pero que necesita bajar el balón al suelo para ganar en solvencia.

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