María López, de empleada de oficina a consejera del banco de Cajamar

Antonio Torres
Periodista

María López Fernández (Los Collados, Los Gallardos, 1967), consejera del Banco de Crédito Social Cooperativo, el banco de Cajamar, hija y nieta de emigrantes, es inspiradora y referente por su sólida trayectoria. Es una de las primeras gallarderas que ha roto el techo de cristal. Empoderada, se ha hecho respetar a lo largo de su camino profesional intachable. Pasará a la historia de Cajamar por ser la primera mujer que, comenzando como empleada de oficina, ha llegado a ocupar puestos de alta dirección y acceder a sus órganos de gobierno.

María López Fernández / A. Torres

María López se incorporó a la entonces Caja Rural de Almería en 1989, como administrativa de oficinas, mientras estudiaba para obtener su licenciatura en Ciencias Económicas y Empresariales. Es una persona que ha vivido la transformación de Caja Rural de Almería a Cajamar y su expansión por toda España. 

Experta en gestión de riesgos y finanzas sostenibles, ha sido directora de la División de Inversiones; directora territorial de Cajamar en Andalucía Oriental (Almería, Granada y Jaén), siendo también la primera mujer en ocupar este puesto, y subdirectora general de Finanzas Sostenibles. Fue responsable de la División de Inversiones con categoría de subdirectora general.

En 2021 se incorporó al Consejo de Administración del Banco de Crédito Social Cooperativo. Tres años después, es vocal de la Comisión delegada, presidenta del Comité de Sostenibilidad y vocal del Comité de Nombramientos. Admirada y querida, conserva su empatía y sencillez naturales, sin aíres de grandeza, desde que era una niña. María López representa a un grupo de mujeres que salieron desde abajo y fueron rompiendo techos de mujer. Su línea de trabajo tiene acento por el compromiso y la igualdad de derechos y oportunidades. “He tenido mucha suerte, unos padres que me han educado en valores y empujado para que me formara, una pareja que me ha apoyado llegando incluso a coger una excedencia en su trabajo para que yo pudiera tener la dedicación necesaria”, afirma. “Tengo dos hijos maravillosos, María y Diego, que me han inspirado y un gran equipo profesional a mi lado ayudándome a tomar las mejores decisiones”.

Desde su atalaya de directiva, admite que queda materia en el ámbito financiero que ha estado dominado por los hombres. “Quedan dificultades por superar en el mundo financiero, históricamente dominado por hombres; afortunadamente se mejora, pero no está superado. No es cuestión de quedarme en las dificultades, al contrario, hay que seguir avanzando y mostrando a las generaciones actuales y futuras que no hay que renunciar a ser madre, ni a ser hija, ni a tener pareja, amigos…hay que buscar los equilibrios, delegar en el trabajo y en casa, trabajar sin complejos y apoyarse mucho en el equipo y confiar en ellos”.

La tecnología le da otra dimensión desde su barriada natal de Los Collados. “La mayor parte del trabajo la hago desde casa, exceptuando los viajes a Madrid. He cambiado el despacho de la Casa de las Mariposas, con vistas a la Puerta Purchena, por un despacho en el cortijo con vistas a Sierra Cabrera”.

Los domingos suelo ver a María López por el Callejón de Baltasar, en Los Gallardos, donde reside su madre, Juana Fernández Castro (1936), una gran mujer con inquietudes que retrató en Recuerdos de mi niñez, editado en 2013, los tiempos de la siega de sol a sol, de las cosechas de patas y esparto, tiempos difíciles, y lo que supuso la dura emigración. Parte de la familia, tras la Guerra Civil, se asentó en tierras catalanas. “La primera etapa fue en carro desde Los Gallardos a Águilas, donde se embarcaron en un viaje que duró unos cinco días. Antes de salir les vacunaron contra la viruela. En Barcelona se asentaron en el garaje donde trabajaba un tío de su madre. Benito, el padre de María López, pasó de Cataluña a la emigración alemana.

El decano de la prensa provincial, La Voz de Almería, situó a María López Fernández entre las 25 mujeres que sustentan en 2024 el presente de la provincia de Almería. Los Gallardos le marcó. “Con cinco años, en Los Collados, la escuela la teníamos en un almacén en lo que por aquel entonces eran las escuelas rurales. El maestro o la señorita hacían fonda en la casa de algún vecino. Se suprimió la escuela rural y nos recogía el autobús de Pedro de Esteban para llevarnos al pueblo. Íbamos los niños y niñas de Almocáizar, Los Collados y Alfaix, Este es el primer recuerdo que tengo de la primera vez que visité Los Gallardos. Nos mezclaron con los niños del pueblo para integrarnos cuanto antes. Me tocó con Dora Cazorla, la del bar de Baltasar, a la que le tengo un grandísimo cariño porque fue la primera amiga que tuve. Una vez al mes íbamos en la Alsina a comprar a la tienda de Juan Gómez, que era como los centros comerciales de ahora donde encontrabas de todo. No había muchos más servicios, ahora puedes encontrar de todo, varios supermercados, panaderías con el sueño de que Sebastián el Lanero me enseñe amasar pan, tiendas de moda, el centro de Fisioterapia y Pilates de Isa Campos en la calle Nueva, en definitiva, muchos servicios con una calidad que no encuentras en una ciudad. Además, noto que Los Gallardos es un pueblo que no se ha deteriorado, no ha caído en el abandono rural y siempre está mejorando”.

“Cuando acabé el instituto de Vera, estuve un par de meses haciendo prácticas en el Ayuntamiento, qué experiencia más bonita, con Juan Cintas, Paco Llorente, que en paz descanse, y Emilio Ruiz, que también fue profesor mío durante dos años. Justo después me aprobaron una beca para la entonces Caja Rural de Almería, a la que al finalmente renuncié, porque mi padre, que era emigrante en Alemania y tenía más mentalidad europea, me convenció para que siguiera estudiando y no empezara a trabajar tan pronto. Así que hasta los 18 años estuve viviendo en Los Collados, renuncié a la beca y empecé a estudiar empresariales”. 

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