El Ayuntamiento ha sido condenado por el TSJA
por su “inactividad” para evitar el “impacto sonoro elevado” de una zona muy
bulliciosa, catalogada, ya de antemano, por el propio Consistorio, como
“saturada”. Almería es una ciudad ruidosa. Lo vemos en nuestra Feria, lo
observamos en nuestras calles, y muchos vecinos, por desgracia, especialmente
del centro histórico, lo sufren también en sus hogares.
Esto ocurre porque unos pocos vulneran el
derecho al descanso que tenemos todos, “un derecho fundamental”, tal como
recoge la propia sentencia del TSJA, entre ellos, el propio Ayuntamiento con su
maquinaria de limpieza. De hecho, la mayor parte de quejas y sugerencias que
los almerienses formularon el pasado año al Ayuntamiento tenían que ver con el
ruido.
La hostelería es una actividad económica que
reporta importantes beneficios. ¿Qué sería del centro histórico de la ciudad,
tras hundir el PP el sector comercial, si no fuera por los numerosos
establecimientos de restauración y ocio que lo pueblan? Sin embargo, promover
el desarrollo económico no puede ser patente de corso para que algunos
empresarios poco respetuosos campen a sus anchas, saltándose a su antojo
derechos fundamentales y la propia normativa municipal de ruido.
Por eso, sorprende que la alcaldesa haya anunciado que va a recurrir dicha sentencia, olvidando su responsabilidad a la hora de conseguir que la normativa de ruido y las ordenanzas sobre la ocupación del suelo público se cumplan. El propio tribunal le recuerda que ha sido incapaz de hacer cumplir el Plan de Acción que ella misma elaboró para esta zona, entre cuyos objetivos estaban los de establecer distancias mínimas entre las terrazas, limitar el horario de cierre de los establecimientos y adecuar la maquinaria de limpieza a la normativa de ruido. No se trata de elegir entre hostelería o descanso vecinal, sino de armonizar la actividad económica con el derecho al descanso de las personas.
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