Memorias de mis días, obra póstuma del humanista Jerónimo Martínez, presentada en El Contador (Chirivel), ha reunido a centenares de lectores. Jerónimo Martínez González (Chirivel, 1944 - Granada, 2023) fue inspirador principal del sistema bibliotecario de Andalucía cuando comenzó a rodar la Junta de Andalucía de la mano de Rafael Escuredo, agregado cultural de la Embajada de España en Buenos Aires y director de numerosas bibliotecas públicas en Madrid y Granada.
Javier Martínez Sánchez, hijo de Jerónimo, Gregorio García Reche, José Domingo Lentisco y José Luis Masegosa /Foto Reche |
José Domingo Lentisco, de la Revista Velezana, anunció que el libro será presentado en septiembre en la Biblioteca de Andalucía, con sede en Granada y que él creó. “Fue un bibliotecario noble, sabio y ambicioso”.
El
relato personal de Jerónimo Martínez, presentada en la Casona de don Bruno, tiene cuatro prólogos escritos por
Rafael Román Guerrero, exconsejero de Cultura de la Junta de Andalucía; Gregorio García Reche, de la Biblioteca de la Universidad de Málaga, natural de
Chirivel; Ramón Martínez Tapia, compañero de Seminario, y por José Luis Masegosa
Requena, de Oria, periodista de Canal Sur Radio y Televisión, columnista de La Voz de Almería y familiar. Su intervención sorprendió a la numerosa
audiencia por su perfil literario e investigación rigurosa sobre la obra.
Presintiendo el final de sus días, alejado de egoísmos, vanidades y
petulancias, Jerónimo escribe con sensibilidad, agradecimiento y cariño hacia
sus antepasados, en un esfuerzo doloroso, “no para hacer o decir cosas y
palabras que pude hacer o decir y no hice, sino para conocerlos más, aunque ya
no estén y también para conocerme mejor a mí mismo, su descendiente”. “Al filo del ocaso”, escribe Masegosa, “una otoñal tarde
académica, cuando despedía a mis alumnos de Comunicación de un examen
rutinario, me di de bruces con una ampliación fotográfica en blanco y negro
que, junto a otras, colgaba –y cuelgan- en uno de los laterales del salón de
actos del antiguo Colegio Máximo de Cartuja, la actual Facultad de Comunicación
y Documentación de la Universidad de Granada, una vieja institución que vivió
su esplendor como centro residencial y formativo de los Jesuitas para
convertirse después en la Escuela y posterior Facultad de Biblioteconomía hasta
su reconversión en el centro docente que hoy es. Apenas me repuse de
tan grata sorpresa, al reconocer en aquel rostro con profunda y penetrante
mirada, y con una peculiar expresión de anticipo de sonrisa, a mi
amigo y paisano, Jerónimo Martínez González, un ilustre hijo de El Contador con
quien compartí en numerosas ocasiones su desvelado y apasionado amor por los
libros, la documentación y la biblioteconomía, ninguna excepción si nos
atenemos a su desmesurado interés por el conocimiento, las letras ,
las ciencias y la cultura, en general. En
las muchas conversaciones y encuentros que nos convocaron, frecuentemente en
alguna de las bibliotecas que él había impulsado o regía en ese momento,
siempre tenía en su elefantica memoria un tema, un titular o una noticia
relacionados con su incansable actividad bibliotecaria, que dominaba con la
maestría de un sabio y de la que hablaba con tal grado de pasión que pareciera
que en ella le iba la vida. Y, en efecto, algo le iba en su existencia porque
los libros y las bibliotecas fueron en parte su propia vida a lo largo de su
intensa trayectoria personal y profesional.
La
fotografía de la Facultad de Comunicación y Documentación mantiene la impronta
docente de Jerónimo Martínez, pionero de los estudios de Documentación y primer
director de la Escuela de Biblioteconomía, cuya creación fomentó, junto a otros
compañeros de la Universidad de Granada, en el Palacio de las Columnas, actual
Facultad de Traductores, si bien el autor de este volumen había ejercido con
bastante anterioridad la docencia en Almería, en el Instituto Nicolás
Salmerón…”.
Jerónimo Martínez, continúa Masegosa con el relato: “Observador y curioso por naturaleza, con alma aventurera y viajera, Jerónimo Martínez siempre se sintió muy asido a la tierra de sus antepasados, ´una aldea pobre en un país pobre´. De aquella aldea, El Contador, aún con los tufos incensarios de los seminarios de Almería y de Comillas pisándole los talones, el autor, mozo entonces, no se permitió renunciar a los usos y costumbres de los jóvenes de su época y anduvo los caminos de la Sierra de las Estancias, las veredas velezanas y las sendas vecinas de los pueblos cercanos de la provincia de Granada en los que disfrutaba de las fiestas patronales y fastos locales. Nunca olvidaré como se marcaba un pasodoble con su novia, hoy su viuda, Mari Carmen Sánchez, en la verbena de las fiestas patronales de Oria, a las que acudía habitualmente en casi todas sus ediciones. Nadie podría imaginar en aquellos episodios de divertimiento el prometedor futuro que deparaba al hijo de Francisco Martínez y Apolonia González…”. “Al filo del ocaso, una invernal tarde de marzo me llevó a la morada terrenal del contador de las vidas de su vida. Al alejarme del Camposanto atisbé un inconfundible paisaje: ´Al fondo, El Contador con las chimeneas humeantes, abrigado por el cerro y, más allá, los chaparrales de la Sierra de las Estancias y la Boca de Oria´. Es el escenario de la gavilla de seres y nombres que alumbra este minucioso trabajo, y con el que su autor tanto soñaría, porque como sentencia Antonio Machado: ´Si es bueno vivir, todavía es mejor soñar..´. Y tal vez, este libro haya sido el mejor sueño de Jerónimo Martínez González”. Y que ha tenido un premio para la historia con amigos de prologuistas, como el escritor Masegosa Requena de Oria para el mundo.
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