Los bulos y las mentiras que amenazan
cada día a nuestra sociedad están alcanzando tal magnitud que ya hay muchísimas
personas que no son capaces de diferenciar lo que es verdad de lo que es falso.
El Rey lo explicaba muy bien recientemente en una conversación que captaron las
cámaras de televisión cuando pedía a sus interlocutores que no hagan caso a
todo lo que se publica, ya que hay mucha intoxicación informativa y muchas
personas interesadas en que haya caos.
Con una situación de catástrofe natural
como la ocurrida en Valencia, parte de los profesionales que están trabajando
para la recuperación de los pueblos afectados por la dana han tenido que
dedicar parte de su tiempo a desarmar todo tipo de bulos, algunos de una
extrema gravedad y crueldad.
En la campaña electoral de Estados
Unidos, las ‘fake news’ han corrido a sus anchas inundando de acusaciones
falsas y teorías de la conspiración las redes sociales sin control ni
verificación de ningún tipo, lo que ha permitido decir prácticamente cualquier
cosa sin que millones de personas sepan que eso que están leyendo es mentira.
Donald Trump, ganador claro de estas
pasadas elecciones, es todo un experto en la materia y lo ha demostrado de manera
fehaciente a lo largo de su carrera política. Que gane la desigualdad, la
radicalidad, el populismo, la homofobia o la xenofobia no es una buena noticia
para el mundo, no puede serlo. Asusta que este tipo de relatos se impongan y
que con su triunfo se refuercen los extremismos que hoy no solo se extienden
por España, sino por el resto de Europa.
Desgraciadamente, en nuestro país
tenemos también a personajes dedicados a mentir de forma compulsiva en Vox y en
todos los colectivos y asociaciones que van surgiendo y beben de las ideas de
la extrema derecha. De hecho, el partido de Abascal se ha encumbrado en el arte
de lanzar bulos sin que el Partido Popular, que es su socio preferente, le haga
ascos tampoco a esa estrategia política que está siendo retroalimentada desde
varios seudomedios a los que ambas formaciones financian generosamente.
La democracia no tiene más recetas frente al populismo que la poderosa fuerza de la ciencia y la educación para combatir muchas de las mentiras y bulos que circulan cada día. Y por supuesto es indispensable, ahora más que nunca, el acceso a una información auténtica y contrastada que nos permita tener un pensamiento crítico para ser verdaderamente libres.
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