Hablamos de regulación de redes
sociales, algo más que necesario e importantísimo. Pero no nos olvidemos de
ellos: ancianos con demencia o Alzheimer, personas con discapacidad cognitiva,
enfermos con lesiones cerebrales que no pueden expresarse… Y los niños. Porque
seguramente estas personas indefensas, por sus limitaciones y su ausencia de
capacidad de decisión, si fueran verdaderamente conscientes, no querrían ser
los protagonistas de los vídeos de TikTok que exponen su intimidad ante miles
de personas. Sus familiares comercializan con ellos y obtienen popularidad sin
su consentimiento.
Por
ello, si proponemos una hipotética regulación de las RR.SS, estas personas no las
podemos dejar fuera. Es inhumana y tristísima la humillación a la que son
sometidos. Por mucho que esos magníficos hijos, parejas, padres o nietos
justifiquen que mostrar el progresivo deterioro cognitivo, la evolución de su
enfermedad o su espontaneidad, del que está bajo su custodia, es un ejemplo
para el mundo, sabemos que no. Detrás de ello solo hay afán de lucro y
protagonismo. Cualquiera con dos dedos de frente puede desmontar este argumento
en una sola frase.
Es
despreciable el abuso y la exposición no consentida a la que los someten
aquellos a los que ellos cuidaron, amaron o aún aman. Los que deberían
protegerles mejor que nadie ahora les venden por un puñado de likes y de
monedas.
Como sociedad no podemos dar la espalda a este fenómeno y mucho menos normalizarlo. Alguien debe tomar la riendas y frenar este negocio digital en el que se mercadea con los más débiles.
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