La guerra es una
fuerza que desarraiga, transforma y, en muchos casos, reinventa vidas. Desde
la madrugada del 24 de febrero de 2022, cuando Rusia inició su invasión a gran
escala de Ucrania, el mundo se estremeció ante la brutalidad de un conflicto
que revivía los peores fantasmas de la historia europea. Ciudades enteras
fueron devastadas, millones de personas huyeron de sus hogares y otras tantas
se vieron obligadas a empezar de nuevo en tierras desconocidas.
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Natalia Rakhaieva / La Voz |
Una de esas
personas es Natalia Rakhaieva, una mujer de 54 años nacida en Járkiv, una
de las ciudades más castigadas por la guerra debido a su proximidad con la
frontera rusa. Para muchos ucranianos, Járkiv representa la resistencia y la
dignidad, pues ha soportado incesantes bombardeos y ataques, sin doblegarse
ante la ocupación. Sin embargo, para quienes vivían allí, la realidad era otra:
el miedo constante, la incertidumbre y la imposibilidad de llevar una vida
normal hicieron que la única opción fuera huir.
Natalia no lo
dudó más. Hace dos años, junto con su hija, estudiante de psicología,
emprendió el camino del exilio. Su destino: Roquetas de Mar, España. No
fue una elección al azar. Amigos que ya estaban en el país le hablaron de esta
ciudad costera en la provincia de Almería, donde el clima es benigno, la
comunidad es acogedora y la vida transcurre con la calma que tanto necesitaba
tras haber escapado de la guerra.
Antes de la
invasión, Natalia era una mujer emprendedora. Dirigía con éxito su propia
agencia de bodas en Ucrania, @florincentr.nrahaeva con más de 11.000 seguidores
en Instagram. Un negocio que combinaba con su propia escuela de floristería. Su
vida giraba en torno a crear momentos inolvidables para otras personas. Pero
con la guerra, los sueños cuidadosamente construidos durante años quedaron
reducidos a cenizas.
En España, la
necesidad de encontrar una nueva pasión la llevó a descubrir el arte de trabajar
con resina epoxi y velas artesanales. “Soy una persona muy creativa y
buscaba inspiración en todas partes”, dice. Lo que comenzó como una exploración
personal pronto se convirtió en su nueva vocación. Sin embargo, este camino no
ha sido sencillo. El idioma es uno de los mayores desafíos en su adaptación.
Por ahora,
Natalia vende sus creaciones en ferias locales y redes sociales,
@floricentro.es es su instagram, donde ha comenzado a notar el interés del
público español. La calidez con la que ha sido recibida le da esperanza de que
este nuevo emprendimiento pueda crecer y convertirse en su nueva fuente de
ingresos.
Ser refugiado no
es solo cambiar de país; es reconstruirse desde cero en un entorno ajeno.
Aunque España ha ofrecido refugio a miles de ucranianos, Natalia confiesa
que el proceso de adaptación no ha sido fácil. Nunca ha trabajado en otro
empleo en España, más allá de ayudar a algunos amigos, y depende en gran medida
del apoyo de organizaciones como Cruz Roja, de la cual forma parte de un
programa de asistencia que finalizará en marzo.
“He perdido
muchos amigos”, admite con tristeza. Habla de muerte y distancia, la
incertidumbre y la adaptación a una nueva cultura han hecho que mantener los
lazos con su antiguo círculo social sea complicado. No obstante, en su nueva
ciudad ha encontrado apoyo en la comunidad ucraniana y en las personas que han
valorado su arte.
El conflicto en
Ucrania ha tenido repercusiones en toda Europa y el mundo, generando una de las
mayores crisis de refugiados de las últimas décadas. España ha acogido a
más de 161.000 refugiados ucranianos, según los últimos datos de Europa Press,
desde que comenzó la invasión en 2022, otorgándoles protección temporal, acceso
a servicios básicos y permisos de trabajo. Antes de la guerra, más de 112.000
ucranianos residían en España, lo que ha facilitado la creación de redes de
apoyo para los recién llegados.
A pesar de las
dificultades, Natalia dice que se ha enamora de Almería y que quiere pasar
aquí el mayor tiempo posible. Su pasión por el arte sigue intacta, y sueña con
expandir su negocio y compartir su conocimiento con otros.
Cuando se le
pregunta cómo podría recibir más apoyo, Natalia humildemente: “Me gustaría que
más españoles descubrieran este arte y no tuvieran miedo de comprar productos
de artistas ucranianos”.
La historia de Natalia es la de miles de ucranianos que han tenido que dejar atrás todo lo que conocían para empezar de nuevo en un país diferente. Una historia de pérdida y dolor, pero también de resiliencia y esperanza. Aunque el camino no ha sido fácil, ella sigue adelante, transformando la incertidumbre en creatividad y el exilio en una oportunidad para reinventarse.
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