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Antonio Rossi no se entera o no quiere enterarse

Olga Haro
@opinionalmeria

Estimado Antonio: Espero que a la llegada de ésta te encuentres bien; yo, bien, G. a D. Te escribo esta misiva para comentarte algo que dijiste en el programa ¡De Viernes! a propósito de la intervención de Gloria Camila Ortega. Volviste a afirmar, tal y como has hecho otras muchas veces, que, tras la muerte de Rocío Jurado, Ortega Cano y sus dos hijos prácticamente fueron “desahuciados” de Montealto, la casa familiar ubicada en La Moraleja, en Madrid. Aunque esta vez no lo especificas, en otras ocasiones sí lo has hecho: que la instigadora de horripilante acción fue Rocío Carrasco. En esta ocasión tu afirmación ha contado con el respaldo de la propia Gloria Camila, que ha aseverado que “si hubiéramos querido permanecer en la casa lo podríamos haber hecho hasta alcanzar la mayoría de edad”.

Antonio Rossi / Medfiaset

Mira, Antonio, la venta de Montealto no fue un capricho de Rocío Carrasco, fue una decisión testamentaria de su madre, que especificó en sus últimas voluntades que la casa se pusiera en venta en el plazo de dos años y el importe de la misma se repartiera en dos mitades: una para Rocío y la otra mitad, dividida por partes iguales entre Gloria y José Fernando. Los jóvenes obtuvieron por la venta de Montealto alrededor de 850.000 euros cada uno, y Rocío, el doble, lógicamente.

¿Podrían haber seguido Ortega y sus hijos residiendo en la vivienda hasta que éstos alcanzaran la mayoría de edad, tal y como indicáis tú y Gloria? Posiblemente sí, si un Juzgado lo hubiera dictaminado, y, casi con seguridad, lo habría dictaminado al tratarse de dos menores de edad.

Pero entonces, Antonio, hubiéramos -bueno, hubieran- tenido dos problemas: uno, que los dos niños no hubieran percibido los 850.000 euros que le correspondían de su herencia (los percibirían al cabo de los años, cuando se vendiera la casa), y otro, que Rocío no hubiera podido atender las enormes deudas que le dejó su madre, más de un millón de euros. Estas deudas eran principalmente hipotecas pendientes de pago (no olvides que los demás herederos recibieron sus herencias limpias de polvo y paja) y lo que faltaba de abonar por el tratamiento en Houston. Según manifestó la propia Rocío, al final, de Montealto, solo quedaron para ella 300.000 euros. Sus dos hermanos se llevaron su parte de herencia sin carga alguna.

Insistes, esta vez y otras muchas veces más, en que los niños se vieron obligados a ir a vivir a Sevilla, con las molestias que ello supone, entre ellas la incorporación a un nuevo colegio. Sabes bien, y, además, te lo recordó Terelu, que Ortega Cano realizó ese cambio de localidad porque le interesaba, pues ya en aquel momento era poseedor de una vivienda en Madrid, a donde tranquilamente se podía haber trasladado con sus hijos. ¿Y por qué se fue a Sevilla? También lo sabes, Antonio: porque allí tenía la hermosa finca de Yerbabuena (que después vendió por más de cinco millones de euros) y solo allí podía prepararse para la inminente campaña taurina. Tenía varios contratos para torear. Además, en esa finca iba a montar, y montó, un negocio para explotar la imagen de Rocío Jurado. Negocio, por cierto, organizado sin el consentimiento de la hija primogénita, única heredera de los derechos de imagen de La Más Grande. Nunca la heredera universal reclamó cantidad alguna por los ingresos de ese negocio, que fueron a parar a las arcas familiares del propio Ortega y a las de Gloria Mohedano y de su esposo, José Antonio Rodríguez.

¿Tienes ahora todo más claro, Antonio? Si no fuera así, estaría encantada de ofrecerte cualquier otra aclaración que necesites al respecto. Pero, por favor, no enfangues más.

Recibe un afectuoso saludo de ésta que considero que ya es tu amiga, Olga Haro.

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