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Que nadie se engañe: Turki vino a Almería para hacer negocios

Pedro Manuel de la Cruz
Director de La Voz de Almería

El fútbol es un laberinto tan extraordinariamente complejo que adentrarse en sus misterios es acercarse con temeridad al borde del precipicio. Un resultado lo cambia todo y ese cambio, a veces, es fruto del azar cuando la combinación de un centímetro y una décima más de velocidad se unen para acabar en victoria.

Turki Al-Sheikh, presidente del Almería / La Voz de Almería

Sostiene el escritor Eduardo Galeano que el fútbol es una alegría que duele. Una emoción contradictoria a la que hay que añadir la sentencia condenatoria del filósofo Valdano lamentando que en el combate tribal de un partido el músculo es inocente y la inteligencia culpable. Dos lados de un triángulo a los que hay que añadir un tercero aportado por el sabio Di Stefano cuando señaló con descaro que en fútbol nada ni nadie es inocente, “solo la pelota… y no siempre”. Tres verdades distintas y una realidad verdadera: el fútbol es una pasión tan intensa que solo lo efímero del dolor o la alegría que provoca la hace soportable. Como dice el profesor Eduardo del Pino (abrazo grande amigo, y ánimo) el fútbol no tiene memoria y eso le salva y nos salva.

Ahora que la cuaresma llega a su etapa final, confieso ante el lector todopoderoso y ante vosotros aficionados, que nada está más alejado de mi intención que cometer el pecado capital de caer en la tentación de convertir esta Carta en un análisis de las tácticas y estrategias deportivas que han llevado al Almería al sumidero hacia el fracaso por el que transita en las últimas semanas. Doctores tiene la congregación de la iglesia futbolera y catedráticos el periodismo deportivo almeriense con experiencia y sufrimiento sobrado para hacer estos análisis. Pero haber logrado 11 de los últimos 36 puntos en juego es una cosecha que revela con nitidez matemática el camino de perdición en el que se encuentra sumido el equipo.

Pero ese alejamiento del batallón de aficionados que llevan dentro un entrenador capaz de ver con nitidez lo que el míster no es capaz de comprender desde el banquillo, ni impide detenerse en algunos detalles del comportamiento del club sobre los que sí merece la pena adentrarse.

La primera estación en la que hay que detenerse es en el balance de la era Turki. Desde la llegada del jeque saudí han pasado seis años en los que la estabilidad económica ha sido una constante. En lo deportivo no hay que olvidar que Turki rescató de una situación de extremada precariedad a un Almería que se acercaba al despeñadero de jugarse la permanencia en la última jornada. En siete temporadas el equipo ha permanecido dos años en Primera, perdimos dos play off y el año del ascenso logró el campeonato. Como en la vida- y en el futbol más- todo es opinable, pero el balance no admite dudas; claro, no admite dudas si estamos convencidos que no somos el Real Madrid de Segunda. Y no, no somos ni el Real Madrid con su ejército de estrellas, ni el Mirandés configurado por un batallón de legionarios del balón.

La afición almeriense ha ganado con Turki. Pero Turki también ha ganado con Almería. Quienes pensaron que el ministro saudí llegaba a Almería para ser un redentor desinteresado al que solo le atraía el protagonismo de formar parte del club selecto de los presidentes de La Liga con su amigo Javier Tebas se equivocaron. Turki vino a Almería, un territorio desconocido, no para comprar un equipo, o, mejor: no solo para comprar un equipo. Llegó, también, para hacer negocio. El balance económico de compraventa de jugadores le ha reportado beneficios. La compra en condiciones más que interesantes de la gran parcela de El Toyo es una iniciativa empresarial de un beneficio imposible de predecir. Ahí está la clave. Tan pocos millones por tantos millones de metros no es una operación menor.

La afición debe estar agradecida a Turki. Pero, como nadie regala nada, el presidente/inversor también debe ser consciente de su deuda con Almería. Una deuda que puede y debe saldar aprendiendo de los errores deportivos y, sobre todo, mirando a los almerienses como aficionados, no como súbditos. Una asignatura que todavía no ha aprobado. Turki no puede pasar un año tras otro sin dar la cara ante la afición y ante la sociedad almeriense. Para hacer un club de verdad hay que generar un sentimiento de identidad que trascienda la pasión efímera de un resultado puntual. Y eso no se consigue mirando Almería y al club como una rentable conquista de ultramar.

(Artículo publicado en La Voz de Almería. Autorizada su reproducción. Se puede leer el artículo original pinchando en este enlace).

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