El fútbol es un laberinto tan
extraordinariamente complejo que adentrarse en sus misterios es
acercarse con temeridad al borde del precipicio. Un resultado lo cambia todo y
ese cambio, a veces, es fruto del azar cuando la combinación de un centímetro y
una décima más de velocidad se unen para acabar en victoria.
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Turki Al-Sheikh, presidente del Almería / La Voz de Almería |
Sostiene el
escritor Eduardo Galeano que el
fútbol es una alegría que duele. Una emoción contradictoria a la
que hay que añadir la sentencia condenatoria del filósofo Valdano lamentando
que en el combate tribal de un
partido el músculo es inocente y la inteligencia culpable. Dos
lados de un triángulo a los que hay que añadir un tercero aportado por el sabio
Di Stefano cuando señaló con descaro que en fútbol nada ni nadie es
inocente, “solo la pelota… y no
siempre”. Tres verdades distintas y una realidad verdadera: el fútbol es
una pasión tan intensa que solo lo efímero del dolor o la alegría que provoca
la hace soportable. Como dice el
profesor Eduardo del Pino (abrazo grande amigo, y ánimo) el fútbol no tiene
memoria y eso le salva y nos salva.
Ahora que la
cuaresma llega a su etapa final, confieso ante el lector todopoderoso y ante
vosotros aficionados, que nada está más alejado de mi intención que cometer el
pecado capital de caer en la
tentación de convertir esta Carta en un análisis de las tácticas y estrategias
deportivas que han llevado al Almería al sumidero hacia el fracaso
por el que transita en las últimas semanas. Doctores tiene la congregación de la iglesia futbolera y catedráticos el
periodismo deportivo almeriense con experiencia y sufrimiento sobrado
para hacer estos análisis. Pero haber
logrado 11 de los últimos 36 puntos en juego es una cosecha que
revela con nitidez matemática el camino de perdición en el que se encuentra
sumido el equipo.
Pero ese alejamiento del batallón de aficionados que llevan dentro un entrenador capaz de ver con nitidez lo que el míster no es capaz de comprender desde el banquillo, ni impide detenerse en algunos detalles del comportamiento del club sobre los que sí merece la pena adentrarse.
La primera estación en la que hay que detenerse es en el balance de la
era Turki. Desde la llegada del jeque saudí han pasado seis años
en los que la estabilidad económica ha sido una constante. En lo
deportivo no hay que olvidar que
Turki rescató de una situación de extremada precariedad a un Almería que se
acercaba al despeñadero de jugarse la permanencia en la última jornada. En
siete temporadas el equipo ha permanecido dos años en Primera, perdimos dos
play off y el año del ascenso logró el campeonato. Como en la vida- y en el
futbol más- todo es opinable, pero el balance no admite dudas; claro, no admite
dudas si estamos convencidos que no
somos el Real Madrid de Segunda. Y no, no somos ni el Real Madrid
con su ejército de estrellas, ni
el Mirandés configurado por un batallón de legionarios del balón.
La afición almeriense ha ganado con Turki. Pero
Turki también ha ganado con Almería. Quienes pensaron que el ministro saudí
llegaba a Almería para ser un
redentor desinteresado al que solo le atraía el protagonismo de formar parte
del club selecto de los presidentes de La Liga con su amigo Javier Tebas se
equivocaron. Turki vino a Almería, un territorio desconocido, no para comprar
un equipo, o, mejor: no solo para
comprar un equipo. Llegó, también, para hacer negocio. El balance
económico de compraventa de jugadores le ha reportado beneficios. La compra en
condiciones más que interesantes de la gran parcela de El Toyo es una
iniciativa empresarial de un beneficio imposible de predecir. Ahí está la
clave. Tan pocos millones por tantos millones de metros no es una operación
menor.
La afición debe estar agradecida a Turki. Pero, como nadie regala nada, el presidente/inversor también debe ser consciente de su deuda con Almería. Una deuda que puede y debe saldar aprendiendo de los errores deportivos y, sobre todo, mirando a los almerienses como aficionados, no como súbditos. Una asignatura que todavía no ha aprobado. Turki no puede pasar un año tras otro sin dar la cara ante la afición y ante la sociedad almeriense. Para hacer un club de verdad hay que generar un sentimiento de identidad que trascienda la pasión efímera de un resultado puntual. Y eso no se consigue mirando Almería y al club como una rentable conquista de ultramar.
(Artículo publicado en La Voz de Almería. Autorizada su reproducción. Se puede leer el artículo original pinchando en este enlace).
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